Primer Domingo de la Cuaresma (Marzo 5 de 2017)

Primer Domingo de la Cuaresma (Marzo 5 de 2017)

El Evangelio de hoy se enfoca en las tentaciones de Cristo. San Francisco de Sales nos dice lo siguiente: Nuestro Señor no fue en busca de la tentación. No obstante, El permitió que el Espíritu lo guiara al desierto para que fuera tentado, y así poder mostrarnos cómo debemos resistir. Ninguna persona que esté al servicio de Dios estará exenta de las tentaciones. Sin embargo, esto no significa que debemos ir a buscarlas. Si el Espíritu nos conduce a un lugar donde nos cruzamos con la tentación, debemos confiar en que El también se encargará de devolvernos al camino correcto.

Cuando se percaten de que la tentación los está rondando, actúen como los niños cuando ven un oso en el campo. Ellos inmediatamente corren a los brazos de su padre o su madre, o al menos los llaman para que les brinden protección o auxilio. Recurran a Dios del mismo modo, porque no debemos confiar en nuestra propia fuerza, o nuestro propio coraje, para vencer el mal. Si la tentación persiste, ocupen sus pensamientos con cualquier tipo de actividad que sea sana y loable. Cuando ustedes permiten que los buenos pensamientos tengan cabida, que encuentren un espacio en sus corazones, éstos se encargarán de desplazar los malos pensamientos.

No importa qué tipo de tentación los aseche, y no importa el tipo de placer que implique, mientras que ustedes se rehúsen a consentirla ésta no logrará ofender a Dios. Permitan a los enemigos de nuestra salvación continuar al asecho en el umbral de sus corazones, tratando de obtener acceso a ellos. Mientras que el rechazo hacia ellos se mantenga vigente en nuestros corazones, podemos estar tranquilos porque el amor divino, la vida del alma, persiste dentro de nosotros. A través de la oración continua, de los sacramentos, y de la confianza en Dios, nuestra fuerza retornará y todos gozaremos de una vida saludable y feliz.

Caminen con confianza entonces, y manténganse en paz. Vivan bien en medio de la gentileza, la humildad, y la sencillez. Si creen en Dios, y en la verdad de la palabra de Dios, nada puede hacerles daño. Resuelvan no pecar, pero no se sorprendan, ni se dejen perturbar, si caen en el pecado. Debemos encomendarnos a la bondad de Dios quien, a pesar de todo, no nos amará menos.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)