SEXTO DOMINGO DE PASCUA (Mayo 26, 2019)

SEXTO DOMINGO DE PASCUA (Mayo 26, 2019)

Énfasis Sugerido

"Mi paz es mi regalo para ustedes… pero no como el mundo da la paz."

Perspectiva Salesiana

En el Evangelio de hoy Jesús hace una distinción entre la “paz como el mundo la ofrece” y la paz que viene de el.

Pero qué es lo que Jesús quiere decir con esto?

El Diccionario de la Herencia Americana del Lenguaje Ingles puede proveernos con ciertas pistas de lo que esto significa. El diccionario define la paz como: “1. la ausencia de la guerra o las hostilidades. 2. un acuerdo o un tratado para terminar con las hostilidades. 3. La libertad de los problemas o los desacuerdos. 4. seguridad y orden público. 5. una satisfacción interior, una serenidad. "

La visión de paz que el mundo ofrece – suficientemente apropiada- nos dice que para poder experimentar la verdadera satisfacción interior nosotros primero debemos establecer un mundo en el que no hay Guerra, no hostilidades, no disturbios, no desacuerdos, no desorden publico ni caos. Aun cuando esta visión es tentadora, la historia – la historia del mundo y la nuestra-ilustra dolorosamente la falacia, la fugacidad de esta promesa de paz… al menos esta forma de intentar obtenerla.

En contraste, la paz que Jesús nos promete comienza desde adentro. Se trata de tener integridad. Se trata de tener un propósito. Se trata de encontrar un significado. Se trata de tener una misión. Ultimadamente, se trata de tener un sentido claro y inambiguo del ser, el ser que solo se puede entender y actualizar completamente en el contexto de nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás.

Esta es la clase de paz que el mundo no nos puede ofrecer.

Irónicamente, la promesa que nos hizo Jesús sobre la paz interior nos da la esperanza de paz para el mundo. Solo cuando hemos echado a un lado nuestras hostilidades personales podremos trabajar verdaderamente para lograr un mundo libre de guerra. Solo cuando hayamos echado a un lado nuestra necesidad de estar siempre en lo correcto, podremos esforzarnos por tener un mundo en el que las peleas no tienen la ultima palabra. Solo cuando hayamos establecido un orden y dirección en nuestras propias vidas, podremos aspirar a lograr esa misma dirección y orden a una escala mayor. Solo cuando experimentemos el poder y la posibilidades que obtenemos a través del conocimiento – y de la aceptación- de quienes somos verdaderamente a los ojos de Dios, podremos convertirnos en fuentes de ese mismo poder y posibilidad en las vidas de los demás.

La paz de Dios no se puede medir por la ausencia de conflicto. La paz de Dios es una función que depende de nuestra dedicación, de cuanto nos esforzamos para poder saber quienes somos y para que así podamos ver más claramente lo que el mundo puede ser, y que clase de pasos debemos tomar –juntos- para hacer de ese ideal, sin importar cuan frágil o fugaz sea, una realidad.

Quieren la paz del mundo? Piensen globalmente. Pero, igual que Jesús, actúen localmente. Como diría la ultima línea de un himno bien conocido, “Que haya paz en la tierra… y que esa paz comience conmigo.”