Décimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario (Junio 25, 2017)

Décimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario (Junio 25, 2017)

En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice que debemos temer a aquellos que intenten destruir nuestras almas, y confiar en Dios, quien se preocupa por nosotros. San Francisco de Sales observa lo siguiente:

Todos queremos aceptar el bien y huir de todo aquello que es malvado. Cuando experimentamos un mal, nos entristecemos y queremos liberarnos de esa tristeza. Tiene sentido que busquemos deshacernos de ese sentimiento. El miedo y la ansiedad provienen de un deseo desmesurado de escapar de la dificultad que enfrentamos o de alcanzar la meta que esperábamos.

Siempre que sientan una necesidad apremiante de hacer un bien o de escapar de cierta intranquilidad, deben asegurarse de que su mente está tranquila y en paz. Cuando se den cuenta de que están ansiosos, preséntense ante Dios. Decídanse a no ceder ante sus deseos hasta que la paz haya retornado a sus mentes. Asegúrense de hacer juicios sólo cuando se hayan serenado y con base en los verdaderos valores incluidos en las enseñanzas de Jesús. Entonces intenten, sin apuros, sin molestias o ansiedad, lograr lo que desean. Actúen, pero no conforme a lo que desean sino con base en la razón.

Cuando intentemos escapar de nuestros problemas, debemos hacerlo con paciencia, gentileza y calma. Debemos recurrir a Dios para que nos ayude, en lugar de depender sólo de nuestros propios esfuerzos. Si recurrimos solamente a nosotros mismos, lo único que lograremos es desgastarnos. Caminen humildemente por la senda que nos indica nuestro Señor y no se preocupen. Canten canciones de alabanza y agradecimiento. Participen en una variedad de actividades saludables. También tengan en cuenta que el contarle a su confesor o a otra persona de confianza las causas de su ansiedad los empoderará para que puedan hallar sosiego. Si nos mantenemos orientados al amor de Dios, ni los problemas ni el miedo a problemas futuros nos separarán de él. Nuestro amor se fundamenta en Jesucristo, quien cuida de nosotros y nunca nos traiciona. Verdaderamente, es enorme la confianza que nuestro Salvador desea que tengamos en Sus cuidados. Todos los que creen en esa confianza cosechan grandes frutos.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, en particular la Introducción a la Vida Devota)