Decimoquinto Domingo en el Tiempo Ordinario (Julio 16 de 2017)

En las lecturas del Evangelio de hoy Jesús nos dice que si logramos entender Su palabra con el corazón, ésta dará fruto en abundancia. San Francisco de Sales nos ofrece la siguiente reflexión al respecto:

La palabra de Dios es tan poderosa y eficaz que puede conceder vida a los necesitados. ¡Qué buena señal es el hecho de que un Cristiano se complazca escuchando la palabra de Dios, y perteneciendo completamente a EL! Quienes logran abandonarlo todo para entregarse a Dios, sin ningún tipo de reserva, son como el girasol que, no contento con volver sus flores, sus hojas, y su tallo en dirección al sol, también, y como resultado de una incomprensible maravilla, logra re-direccionar su raíz bajo la tierra. Amar a Dios completamente significa que Lo amamos como autoridad, y que amamos todo lo que EL comanda.

Jesús, quien murió por amor a nosotros, desea que escuchemos Su palabra hasta hacerla nuestra. Después de prestar atención a la Palabra de Dios, debemos abrir nuestro corazón y ser receptivos para que podamos entender lo que hemos oído. Comprender la palabra de Dios nos ayuda a mantenerla. Nuestras acciones deben ser congruentes con nuestras palabras. Esto quiere decir que en el momento en que expresamos nuestra resolución de hacer algo, debemos llevarlo a cabo inmediatamente. Imploremos a la Divina misericordia para que nos fortalezca, y así poder hacer efectivo todo aquello que nuestro corazón desea y aprueba.

Nuestro Señor nos deja muy en claro que Su palabra se hará realidad en nosotros desde el momento en que nos decidamos a aceptar Su voluntad como nuestra. Esto no quiere decir que nos vamos a sentir “bien”, o como unos “santos”, al cumplir con la voluntad de Dios. Lo que importa es que reverenciamos Su palabra, y que mantenemos nuestra intención de obtener provecho de ella. La Divina Bondad se mostrará satisfecha con esto. Dios se complace con poco; EL se enfoca en las intenciones de nuestro corazón, no en nuestros sentimientos. Sin embargo, quienes escuchan la palabra de Dios con especial atención y deseo, nos hablan de las victorias que han logrado sobre sí mismos y sobre sus debilidades. La totalidad de nuestra bondad, consiste en aceptar la verdad que encierra la palabra de Nuestro Salvador. Nuestro objetivo debe ser perseverar en nuestra capacidad para vivir esa verdad, para que así logremos llevar una vida en abundancia.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)