Decimo Octavo Domingo en el Tiempo Ordinario (5 de Agosto de 2018)

Decimo Octavo Domingo en el Tiempo Ordinario (5 de Agosto de 2018)

En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús que cuestiona a la multitud sobre la pureza de sus intenciones al decidir seguirlo. Mientras que las personas se preocupan por buscar alimentos perecederos, Él los exhorta a enfocarse en la consecución del “Pan de la Vida”: el “alimento que nos alcanzará para la vida eterna”. San Francisco de Sales nos dice cómo podemos prepararnos para hacer que el “Pan de la Vida” se materialice en nuestras vidas:

El lazo de unión más maravilloso e íntimo que nuestro Salvador comparte con nosotros es Su divina existencia. En preparación para ésta unión es importante que primero saquemos de nuestra todas las preocupaciones mundanas; que dejemos de pensar en todo aquello que sea pasajero. Una vez hayamos tomado la decisión de desechar nuestra mentalidad frívola, debemos adornar nuestra memoria con todos esos dones que Dios nos ha otorgado: la creación, la divina providencia y la redención.

Paso seguido debemos purificar nuestra voluntad deshaciéndonos de todos los afectos desordenados que existan en nuestra vida, incluyendo aquellos afectos cuyo objeto es algo positivo. Debemos evaluar cuidadosamente en quién y en qué hemos encauzando con tanto fervor nuestra devoción. Poco a poco debemos ir poniéndolos en orden para que entonces podamos decir a Nuestro Señor, como en su momento lo hiciera David, “Tú eres el Dios de mi corazón y mi herencia eterna”. El amor y el apego excesivo por los hijos, los padres, los amigos, las posesiones y las cosas materiales, termina por convertirse en un obstáculo para el Espíritu Santo quien desea inundar nuestros corazones con el amor divino que es imperecedero.

Nuestro Salvador se acerca a nosotros para que nosotros logremos ser todo en Él. Ustedes sólo deben demostrar gratitud por la sencillez de la fe que Dios les ha concedido. Pídanle a Él que jamás deje de otorgarles este don que es tan preciado y deseable. Aliméntense a lo largo del día de reflexiones sagradas sobre la infinita bondad de nuestro Dios. Entréguense a la providencia del Señor; Él jamás dejará de darles todo lo necesario para garantizar su bienestar. Exalten a Dios en esta vida, y así podrán glorificarlo junto con todos los bienaventurados en el Cielo.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)