Domingo de Pascua (Abril 16 de 2017)

Domingo de Pascua (Abril 16 de 2017)

Hoy experimentamos la Victoria de Jesús sobre la muerte. ¡Qué dicha saber que el amor de Dios es más fuerte que la muerte! San Francisco de Sales comenta lo siguiente:

La resurrección de Jesús nos adorna con una nueva vida llena de gloria. Tan ardiente era el deseo que existía en el corazón de nuestro dulce Salvador, de obtener la salvación para nosotros, que generosamente decidió compartir con nosotros Su gloria. En Su redención, el amor de nuestro Salvador, siendo más poderoso que la muerte, se desborda, derrite nuestros corazones y nos transforma. Con su llegada a este mundo El elevó nuestra naturaleza por encima de todos los ángeles, y al ser transformado nos hace tan a Su imagen y semejanza, que podríamos llegar a decir que nos parecemos a Dios. Al convertirse en uno de nosotros, Nuestro Salvador asumió nuestra semejanza y nos dio la Suya.

Reflexionen sobre la naturaleza que Dios les ha dado. Es la más superior que existe en este mundo visible. Tiene la capacidad de alcanzar la vida eterna y de estar unida en perfección con Dios. ¿Cómo alimentamos esa unión? Debemos comenzar por amar la divina semblanza del Creador, primero en nosotros y después en los demás. Cuando Maria Magdalena fue a la tumba, no reconoció al Salvador por que El estaba vestido como un jardinero. Ella no lo vio en la forma en que quería verlo. ¿Acaso no es Nuestro Salvador, vestido de jardinero, a quien encontramos durante las pruebas que tenemos que afrontar cada día? Abramos las puertas de nuestro corazón para que nuestro Salvador pueda saturarlo con el amor divino. Entonces podremos comenzar a servir al Jardinero, tal y como EL desea que lo hagamos.

Nuestro Salvador anhela poder sembrar muchas flores en nuestro jardín, pero a Su gusto. Nuestra tarea es cultivar bien nuestras almas y atenderlas fielmente. Cuando la primavera llega, se renueva con flores que nos brindan alegría. Llegará un día en que nosotros también nos levantaremos a una vida de dicha eterna. Nuestra ferviente aspiración debe ser alcanzar este Paraíso encantador. Encaminémonos rumbo a esa tierra bendita que nos ha sido prometida, dejando a un lado todo aquello que nos lleva por mal camino, todo lo que pueda retrasar nuestro viaje. Caminemos entonces en el jardín de Jesús resucitado. ¡Este es un día para regocijarse!

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, particularmente la Introducción a la Vida Devota).