Quinto domingo de la Cuaresma (Abril 2 de 2017)

Quinto domingo de la Cuaresma (Abril 2 de 2017)

Hoy, mientras Jesús levanta a Lázaro de entre los muertos, nos exhorta a que vivamos y creamos en El. San Francisco de Sales nos explica lo que significa vivir en el Espíritu de Jesús:

Jesús desea devolver la vida a quienes han muerto, para así poder dar fe del amor de Dios por nosotros. El se dirige quienes se hallan moribundos a causa del pecado, para reiterarles que todos podemos escuchar la voz de Dios a través del espíritu. El Espíritu nos despierta con gentileza a una nueva vida humana. No importa cuán debilitados estén nuestros corazones a causa del pecado, el Espíritu los fortalece con un amor sagrado que es reparador y vivificante. El Espíritu Santo es como una fuente de agua viviente que fluye en cada parte de nuestros corazones, para poder esparcir su amor divino en ellos.

Todos nuestros afectos siguen al amor. En el amor deseamos, nos regocijamos, sentimos esperanza y desesperación, miedo, odio, evitamos cosas, nos sentimos tristes, nos enojamos, y nos alegramos. El amor es el fundamento de nuestra vida vivida en el Espíritu de Jesús. Cuando el amor divino reina en nuestros corazones, transforma todos los afectos que hemos escogido para que de esta forma podamos vivir, caminar, y trabajar en el Espíritu de Jesús. El Espíritu no tiene ninguna intención de entrar en nuestros corazones sin nuestro permiso. EL nos inundará con el amor divino sólo si cuenta con nuestra cooperación. Entonces bien, ¿qué debemos hacer para nutrir nuestro espíritu, de tal forma que el Espíritu de Jesús pueda habitar en él? Cuando permitimos que sea la razón la que guíe nuestros apetitos, sentimientos y emociones, estamos viviendo en el “espíritu”. Por el contrario, vivimos en la “carne” cuando permitimos que nuestros apetitos, sentimientos, y emociones determinen nuestras acciones. Escojamos sin ambigüedad alguna la vida en el espíritu.

Cuando un enfermo toma sólo una parte de la medicina requerida se cura a medias. Así mismo ocurre con el amor divino. En la medida en que nosotros accedemos a acogerlo en nuestras vidas, el Espíritu nos llena con amor sagrado. Por lo tanto, no sólo debemos estar preparados para recibir el amor de Dios a las puertas de nuestro corazón, también debemos recibirlo con pleno consentimiento. Debemos alimentar ese amor, guiados por la sagrada razón y sabiduría. Impregnados completamente por el amor del Espíritu, nuestros corazones nos impulsan a llevar a cabo actos sagrados que nos aproximan progresivamente a la gloria inmortal. Aceptemos una nueva vida humana en el Espíritu de Jesús quien nos levanta, rumbo a la Gloria eterna.

(Adaptación del Tratado del Amor de Dios)