Segundo Domingo de Adviento (Diciembre 10 de 2017)

Segundo Domingo de Adviento (Diciembre 10 de 2017)

En el Evangelio de hoy experimentamos “Una voz en el desierto” que nos llama a encauzar los caminos de Dios. San Francisco de Sales nos dice cómo podemos lograr esto:

Los caminos que van y vienen solo desgastan y desorientan a los viajeros. Para poder encauzar los caminos de Dios en nuestros corazones, el único propósito que debemos tener es el de complacer a Dios. Nosotros debemos ser como el marinero que mientras navega el barco mantiene sus ojos fijos en la aguja de la brújula. Debemos mantener nuestros ojos fijos en un objetivo: adquirir una buena disposición; la virtud más satisfactoria de la vida spiritual. Debemos orientar nuestros sentimientos, emociones e inclinaciones permanentemente en dirección al amor de Dios, quien los transforma para que podamos adquirir un buen carácter.

Cuando nuestros corazones se debaten constantemente entre nuestro amor por Dios y nuestro amor propio, sucumbimos a un estado de miedo, de ansiedad y de confusión. El enfrentarnos a nuestras grandes faltas nos puede ocasionar cierto miedo malsano que pone nervioso el corazón, y que muchas veces nos conduce al desánimo. Es por esta razón que a lo largo de nuestra vida debemos ejercitar nuestra confianza en Dios, y encomendarnos a la bondad de Dios quien nos ama.

Aun así, el temor sagrado nos ayuda a emplear los medios apropiados para evitar los problemas. El temor sagrado y la esperanza nunca deben existir el uno sin el otro. La esperanza nos exhorta a anhelar la dicha sagrada que hallaremos en la bondad suprema de Dios. EL hace uso de estas dos virtudes para llevar a cabo la sanación espiritual en nosotros.

Nuestra vida está llena de caminos tortuosos que sólo pueden ser enderezados por medio de un cambio de actitud. Cuando dirigimos nuestro corazón hacia el amor de Dios, experimentamos un verdadero amor propio. Cuando el amor sagrado reina en nuestros corazones, amansa todos los demás amores. El amor divino somete todas nuestras emociones y nuestros afectos naturales al plan de Dios, y a Su servicio. Todos nuestros movimientos hallan reposo en este amor sagrado. Los corazones de aquellos que poseen abundante amor sagrado están llenos de confianza y esperanza, ya que ellos caminan por la senda que los llevará directamente a la plenitud en Dios.

(Adaptación de las escrituras de San Francisco de Sales, particularmente los Sermones, L. Fiorelli, Ed.).