Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario (Febrero 17, 2019)

Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario (Febrero 17, 2019)

Las lecturas de hoy nos recuerdan todas esas cualidades vitales que reciben todos aquellos quienes siguen las enseñanzas de Dios, y confían en Su bondad. San Francisco de Sales igualmente anota que: “Entre mas grande sea nuestra confianza en Dios, más aumentará la vitalidad de nuestro espíritu. Si vamos a permitir que el amor de Dios opere en nosotros, debemos hacer campo en nuestro corazón para que el Espíritu Santo pueda inundarlo con el amor sagrado. Cuando permitimos que nuestras preocupaciones acarreen ansiedad y miedo, estamos limitando nuestra habilidad de actuar de la forma en que Dios desea que actuemos”.

¿Qué debemos hacer cuando sentimos el deseo de servir a Dios, pero nos falta la fuerza suficiente para poner ese deseo en práctica? Ofrezcámosle este deseo a Dios. El lo renovará cuantas veces sea necesario para así hacer posible que perseveremos en ese anhelo de cumplir con Su Voluntad. Si depositamos nuestra confianza plena en la bondad de Dios, eventualmente nos será otorgada la capacidad de llevar a cabo el deseo de pertenecer a El.

Con esto no estoy tratando de decir que ustedes siempre deben sentir esa determinación de pertenecer enteramente a Dios. Puede que haya muchas veces que nos sintamos renuentes a enfrentar ciertos eventos que se presentan en nuestras vidas, cosas que Dios no desea para notros pero aún así permite que sucedan. No se preocupen si se sienten así, ya que son muy pocas las personas que logran liberarse de estas emociones. Lo que si deben hacer es reconocer constantemente que ustedes pertenecen a Dios, incluso si no siempre sienten que así es. La meta de pertenecer únicamente a Dios es algo que debemos escoger deliberadamente, y mantenernos enfocados en ella. Si nos concentramos en ese objetivo nuestros sentimientos de reticencia se irán transformando gradualmente, a medida que permitimos que el amor de Dios inunde nuestro corazón.

Depositemos con frecuencia nuestra buena voluntad en manos de Dios,  y El renovará nuestra verdadera disposición tantas veces como sea necesario en el transcurso de esta vida mortal. Aquellos que se entregan en paz a la Providencia de Dios se están permitiendo a si mismos ponerse en marcha; como la persona que duerme en un barco que avanza sin detenerse por un mar de tranquilidad. ¡Benditos son aquellos que depositan su confianza en Dios, por que la confianza en Dios aviva el espíritu humano!

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).