Trigésimo Tercer Domingo en el Tiempo Ordinario (19 de Noviembre de 2017)

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice que es igualmente importante y útil, el servirle fielmente haciendo uso de un talento o de varios. He aquí algunos pensamientos de la tradición salesiana respecto al uso de nuestros talentos:

¿Cuál fue el error del ciervo que enterró su único talento? Que desperdicio demasiado tiempo evaluando su capacidad para hacer el trabajo que hacia su amo. Se dedicó a pensar en todas las demás aptitudes que le hacían falta, y esto se convirtió en un obstáculo parar que pudiese cumplir fielmente las tareas que le habían sido asignadas. Se quedó aferrado a un falso sentimiento de seguridad. Sentía miedo del riesgo que implica el embarcarse en un viaje espiritual.

Colocar nuestros talentos al servicio de Dios implica que debemos ser pacientes con los demás, pero antes que nada con nosotros mismos. Como sucedió a la mayoría de los santos, nos tomará años poder librarnos de nuestros deseos egoístas, incluyendo nuestra ambición de lograr una falsa seguridad. Aún así, gradualmente iremos desechando nuestros afectos desordenados, y nos iremos abriendo a lo que Dios desea para nosotros. Entonces seremos libres de llevar a cabo nuestras actividades diarias, con plena confianza en que estamos cumpliendo con la voluntad de Dios. Nuestra verdadera seguridad, nuestra verdadera felicidad, se halla en Dios-quien nos otorga todo lo necesario para que podamos establecer Su reino en todas nuestras tareas diarias.

Jesús nos dice que a la hora de hacer el trabajo de Dios, quienes poseen un sólo talento son tan útiles e importantes como quienes poseen varios. Las abejas son un buen ejemplo de esto. Hay unas que se dedican a recolectar la miel, otras que cuidan de la colmena, y otras que la mantienen limpia. Sin embargo, todas se alimentan de la misma miel. Nosotros también, tanto los fuertes como los débiles, trabajamos juntos en Cristo. Los siervos fieles hacen todo lo que saben para complacer a Dios, quien llena el vacío que sienten. A través de sus obras diarias ellos dejan entrever su potencial para unirse a EL. Ellos reconocen que Dios rige cada una de sus las actividades que llevan a cabo día tras día. Bienaventurados son aquellos que hacen uso de sus talentos para establecer el amor de Dios a su alrededor. ¡EL jamás les permitirá ser improductivos! No importa si tan sólo pueden hacer algo mínimo por Dios, EL de igual manera les colmará de bendiciones en esta vida y en la próxima.

(Adaptación de los escritos de San Francis de Sales)