DOMINGO 30 EN TIEMPO ORDINARIO (octubre 28, 2018)

DOMINGO 30 EN TIEMPO ORDINARIO (octubre 28, 2018)

Enfasis Sugerido

C ómo es que somos ciegos? De qué forma necesitamos ser sanados?

Perspectiva Salesiana

La primera lectura de hoy nos recuerda la promesa que el Señor ha hecho a su pueblo de Israel de que Dios los protegerá y los conducirá hacia su hogar por que El es “el Padre de Israel y Efraín es mi primogénito”. Dios es particularmente atento con los débiles, con las mujeres con niños y con aquellos que no pueden cuidarse a si mismos.

Esa preocupación demostrada por un Padre amoroso nos permite darle un breve vistazo a la relación única que existe entre Dios y Su pueblo. San Francisco de Sales continuamente nos recuerda el amor que siente Dios por su creación. Esa “verdad” ciertamente tiene sentido y es plenamente consistente con la razón fundamental de nuestra existencia. Después de todo, qué hijo o hija no es amado/a por sus padres de forma totalmente gratuita?

En nuestra segunda lectura debemos hacer frente al rol del sumo sacerdote como humanos que somos. El autor de la Carta a los Hebreos deja claro que el sumo sacerdote tiene la capacidad de ser compasivo ya que él mismo es un sanador herido. Aquí de nuevo tenemos otro ejemplo de la naturaleza gratuita de nuestra relación con Dios. Dios nos da una vocación, sin importar cual sea nuestra condición de vida. Pero esta vocación no es para que nosotros nos apropiemos de ella sino para que respondamos a su invitación.

El Evangelio relata la historia Bartimeo, el mendigo ciego. Que historia tan maravillosa es esa para ayudarnos a entender cuan amados somos por nuestro Dios y de forma tan incondicional. Aun así, esta relación aun cuando gratuita no es pasiva. Bartimeo le suplica a Jesús que tenga piedad de él. Jesús en respuesta le devuelve la vista al ciego. El ciego le suplica que le permita ver y Jesús le dice entonces que su fe lo ha salvado.

Nosotros oramos para poder obtener la fe que necesitamos y así lograr ver la relación fundamental que existe entre Dios y Su pueblo. Nuestra ceguera nos impide ver la bondad única que existe dentro de cada persona. Esa inhabilidad de ver la bondad nos mantiene sumidos en el pecado y nos niega la posibilidad de maximizar nuestros dones y talentos para nuestro bien y por el bien de nuestros hermanos y hermanas.

Francisco de Sales nos reta a que tengamos la misma fe del ciego, y por ende a que tengamos la suficiente confianza en nuestro valor intrínsico para que así nos atrevamos a pedir al Señor que nos permita ver. Si somos lo suficientemente fuertes para dar este paso, sólo imaginen lo lejos que podemos llegar!