OCTAVO DOMINGO EN EL TIEMPO ORDINARIO (Febrero 26, 2017)

Enfasis Sugerido

¿ Puede acaso una madre olvidarse de su hijo, no sentir ternura por la criatura en su vientre? Aún si ella lo olvidara, yo jamás lo olvidaré”

Perspectiva Salesiana

Está de más decir que todos hemos pasado por momentos en nuestras vidas en que nos sentimos plenamente identificados con las palabras de hoy, tomadas del capítulo cuarenta y nueve del Libro del Profeta Isaías: “El Señor me ha abandonado, mi Señor se ha olvidado de mi”. Cualquiera que sea la circunstancia- la pérdida de un trabajo, una enfermedad grave, la muerte de un ser amado, el fin de una relación- todos y cada uno de nosotros nos hemos preguntado si acaso habremos desaparecido de la pantalla del radar divino de Dios. Sin embargo, aquello que experimentamos en tiempos difíciles y problemáticos no es olvido por parte de Dios, irónicamente, puede que de hecho seamos nosotros quienes se olvidan de Él.

En la Introducción a la Vida Devota San Francisco de Sales nos dice: “Dios está en todas las cosas, y en todas partes. No hay un solo lugar u objeto en este mundo en donde Dios no esté realmente presente. Todos conocemos esta verdad, pero no todos la mantenemos presente en nuestras mentes. Los ciegos no tienen forma de saber cuando un príncipe se encuentra entre ellos, por lo tanto no le demuestran el tipo de respeto que exhiben una vez han sido informados de su presencia. No obstante, como no pueden verlo fácilmente, se olvidan de su presencia, y una vez la han olvidado, dejan a un lado el respeto y la reverencia que es debida. Desafortunadamente nosotros no podemos ver a Dios aún cuando El está presente entre nosotros: Aún cuando la fe nos garantiza Su presencia constante, como no podemos verlo con nuestros propios ojos, frecuentemente nos olvidamos de Él y nos comportamos como si estuviera completamente alejado de nosotros. …” (Parte II, Cap. 2).

El asunto no es que intencionalmente escogemos olvidarnos de Dios. Lo que sucede es que la mayoría de los días simplemente es como dice el dicho, “ojos que no ven, corazón que no siente”. Es cierto que los tiempos difíciles y las preocupaciones agudizan nuestra percepción de lo que interpretamos como la ausencia de Dios. Pero lo que realmente ocurre, y con demasiada frecuencia- especialmente en los momentos del diario vivir- es que nos olvidamos que Su presencia es real y constante. Habiendo dicho esto, la realidad es que las malas pasadas que a veces nos juega la vida son lo suficientemente duras de afrontar, como para que también nos sintamos abandonados por Dios. Francisco de Sales nos aconseja lo siguiente: “recuerden que Dios no sólo está presente donde ustedes están, sino que también está presente de forma muy especial en sus corazones, en el centro mismo de su espíritu… Esto no es de ninguna manera un producto de la imaginación, es la absoluta verdad. Aún si no podemos verlo, la realidad es que Dios nos contempla desde las alturas”. (Ibid)

Durante los tiempos difíciles – durante los buenos tiempos– recuerden (sin intención de bromear) que Dios no se ha olvidado de ustedes: El jamás se olvidará de ustedes. Aún si no podemos verlo con nuestros propios ojos, Dios siempre mantiene su ojo fijo en nosotros, por así decirlo. Más importante aún, Dios mora en nosotros, de forma muy íntima, en nuestras mentes y en nuestros corazones, en nuestro cuerpo, en nuestras almas, en nuestros espíritus. Dios siempre está con nosotros, en nosotros, y entre nosotros.

Traten de recordar eso…siempre.

El Padre Michael S. Murray, OSFS es el Director Principal del Centro Espiritual De Sales.