Domingo 26 en el Tiempo Ordinario (Septiembre 29, 2019)

Domingo 26 en el Tiempo Ordinario (Septiembre 29, 2019)

Las lecturas de hoy nos recuerdan que continuamente debemos abrirnos a recibir el amor de Dios, y trabajar por ese amor que aún Le debemos. San Francisco de Sales observa lo siguiente:

Ricos y pobres por igual son llamados a cumplir con el servicio que se le debe a Dios. En el Evangelio de hoy vemos como Lázaro, a través del sufrimiento, persevera en su fiel amor a Dios y muere feliz. Mientras que el rico se aferró con tal fuerza a su riqueza que la convirtió en su dios.

Al igual que el rico, nosotros podemos llegar a obsesionarnos con nuestras posesiones. Cuando eso ocurre, oramos para que Dios haga nuestra voluntad, en lugar de orar para nosotros cumplir con la voluntad de Dios. En otras palabras, tratamos de utilizar a Dios como un medio para nuestros fines, lo cual es una ilusión. Dios mismo es nuestro fin verdadero.

La avaricia no es la única inclinación desordenada que podemos llegar a experimentar. Existen otras, que incluyen el egoísmo, la ira, el orgullo o la envidia. Pero si nos abrimos a recibir el amor de Dios, ni nuestro temperamento, ni nuestras inclinaciones, van a entorpecer nuestros continuos esfuerzos por lograr llevar una vida santa. Aun así, no importa cuán abundante sea una fuente de agua, la potencia con que esta agua regará las plantas del jardín es directamente proporcional al tamaño de la canal que la transporta. El Espíritu Santo es como una fuente de agua viva que fluye dentro de nuestros corazones intentando empaparlos con su gracia, siempre y cuando nosotros accedamos a ello. La gracia jamás nos fallará, por el contrario, somos nosotros quienes faltamos a la gracia. El amor vivificante de Dios jamás resulta deficiente, siempre y cuando nosotros tengamos la voluntad de recibirlo.

Después de su conversión San Pablo, quien por naturaleza era astuto, descortés y severo, se abrió completamente a recibir la gracia de Dios. Entonces el amor de Dios, apoderándose de la severidad de Pablo, lo convirtió en un hombre decidido a hacer el bien, e invencible para que pudiera enfrentar toda clase de sufrimientos y trabajos ¿Acaso el amor de Dios no está por encima de la naturaleza? Sean perseverantes, y con la ayuda de Dios podrán reestructurar todas sus inclinaciones de forma racional. Entonces se volverán más atentos al amor que le deben a Dios, y todas sus buenas obras darán los frutos que proceden del Espíritu de Dios, que es el manantial de nuestro propio espíritu.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)