Vigésimo Domingo en el Tiempo Ordinario (Agosto 20 de 2017)

Vigésimo Domingo en el Tiempo Ordinario (Agosto 20 de 2017)

En el Evangelio de hoy experimentamos la profunda fe de la mujer de Canaán en Jesús. San Francisco de Sales elabora un poco más acerca de su respuesta llena de confianza, perseverancia, y fe en Jesús.

Si Dios no nos da un indicio de que ha escuchado nuestras oraciones, o si no responde a ellas inmediatamente, perdemos nuestro coraje. Nosotros no sabemos perseverar en la oración; la abandonamos completamente, ahí y entonces. Ese no fue el caso de la mujer de Canaán. En un principio Nuestro Seño no presto atención a su oración. Su falta de respuesta casi parecía una injusticia hacia ella. No obstante, la mujer persevero en su llamado a Jesús, incluso después que los apóstoles le pidieron que le dijera que se marchara.

Ella demostró una gran seguridad al momento de hacer su petición, enfrentándose a unas borrascas y tempestades que normalmente hubieran debilitado la convicción de cualquier persona. Nosotros, al igual que la mujer de Canaán, debemos confiar firmemente en el poder y la voluntad de Nuestro Salvador, particularmente cuando experimentamos amargura. ¿Acaso creen que Dios, que ha le ha dado un hogar a la tortuga y al caracol, no los va cuidar, y a demostrar misericordia con ustedes, que son Sus hijos? Este tipo de confianza siempre va de la mano con la fe atenta.

La fe atenta fue lo que la mujer de Canaán nos demostró. Ella estaba entre quienes escuchaban a Jesús, y lo observaba detenidamente. Su fe fue grande. No sólo porque ella presto suma atención a lo que había escuchado decir acerca de ÉL, sino porque también decidió creer lo que los demás le dijeron. Nosotros nos encargamos de hacer de nuestra fe en Dios algo más vívido, cuando reflexionamos con detenimiento acerca de los misterios de nuestro Salvador. Estas reflexiones generan en nuestro corazón un deseo por las innumerables virtudes de Jesús.

La perseverancia es una virtud que fluye de una fe que permanece atenta a los misterios que las Escrituras y la Tradición nos enseñan. Nuestra felicidad está basada en la perseverancia. Si en algún momento tenemos la impresión que Nuestro Señor no nos está escuchando, es solo porque EL desea obligarnos a gritar con más fuerza, y acercarnos más a Dios quien nos da el poder para perseverar. ¡Armémonos de coraje! Y al igual que la mujer de Canaán, caminemos fielmente y con seguridad por la senda de Nuestro Salvador. Solo así seremos eternamente felices.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales,
Particularmente Los Sermones , ediciones L. Fiorelli).