Segundo Domingo de Adviento (Diciembre 9, 2018)

Segundo Domingo de Adviento (Diciembre 9, 2018)

En el Evangelio de hoy escuchamos las palabras de Juan el Bautista, quien nos urge a que nos preparemos para la llegada de Jesús. San Francisco de Sales nos pide que comencemos esta labor en nuestro corazón:

Nuestro corazón es la fuente de nuestras acciones. Nuestras acciones reflejan la forma verdadera de nuestro corazón. Quien haya ganado el corazón de una persona lo ha ganado a él o a ella en su totalidad. Aún así ese corazón, el cual deseamos sea nuestro punto de partida, ha de ser instruido. Juan el Bautista desea que llenemos de fe y de esperanza nuestros temerosos corazones. Existen ciertos miedos y ansiedades que, cuando se desbordan, perturban el corazón dejándolo desmoralizado. Pero estos son zanjas y valles que debemos llenar con la confianza y la esperanza derivada de nuestra preparación para la llegada de nuestro Señor.

Construyan caminos verticales. Los caminos llenos de recovecos fatigan y terminan despistando al viajero. Debemos rectificar nuestro camino confiando en que Dios nos proveerá toda la ayuda necesaria para que logremos adquirir una buena disposición. No se desanimen. Hagan todo lo posible por desarrollar un espíritu de compasión. No me cabe la menor duda de que Dios los lleva tomados de la mano. Si Dios permite que se tropiecen en un momento determinado, es sólo para que ustedes sepan que si El no los llevara tomados de la mano se habrían caído. Es de esta forma que aprendemos a estrechar la mano de Dios con más fuerza.

No es posible para nosotros hacer que nuestro corazón sufra una transformación total de un momento a otro. Necesitamos tener paciencia. Si se esfuerzan fielmente en la práctica de la paciencia Dios se las otorgará. Debemos ser como el capitán que aún timoneando su buque mantiene siempre un ojo fijo en la aguja de la brújula. Debemos tener una única intención, y esa debe ser complacer a Dios. Pongamos atención a la Palabra de Dios y asimilémosla bien. Qué agradable es reflexionar sobre nuestro Salvador. El poseía una ecuanimidad perfecta de espíritu que brillaba intensamente en medio de toda clase de circunstancias cambiantes. Qué placentero es poder encontrar una persona con tan buena disposición. Aquellos que llevan a Jesucristo en su corazón muy pronto lo llevaran también por todos sus caminos.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).