Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario (5 de noviembre de 2017)

Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario (5 de noviembre de 2017)

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice que debemos ser siervos buenos y fieles que se preocupan por la ley y el pueblo de Dios. San Francisco de Sales nos dice lo siguiente:

Nuestro Señor solo desea que seamos totalmente receptivos a Su voluntad para con nosotros. Cuando acogemos la voluntad de Dios consagramos nuestros corazones a Su amor. Deseamos servir a Dios fielmente tanto en las tareas grandes como en las pequeñas. Las moscas nos incomodan no por su fuerza, sino debido a que son muchas. Igual sucede que muchas tareas triviales nos dan más problemas que aquellas que son importantes. Aunque debemos estar prestar atención a las tareas que Dios nos ha encomendado, no debemos dejar que éstas nos preocupen. La preocupación impide nuestra capacidad para razonar y nubla nuestro buen criterio. Así pues, sin prisa, intenten realizar sus tareas con calma y de manera ordenada, una después de la otra. Con cuidado, pongan en orden sus asuntos para hoy con la mente serena. Mañana se encargarán de poner en orden otras cosas.

La ansiedad es el deseo de escapar de algo difícil en el presente o de obtener un bien que se esperaba. Cuando no tenemos éxito de la manera que deseamos, nos sentimos ansiosos e impacientes. Nada obstaculiza nuestro progreso en el amor sagrado más que ansiedad. Es por ello que debemos tener mucho cuidado de que nuestro corazón sea flexible y receptivo al amor de Dios. Cuando permitimos que el amor divino rija sobre nuestras tareas, nuestro amor no es menor que cuando oramos. Nuestro trabajo y nuestro descanso alaban y sirven felizmente a Dios. Por lo tanto, nuestros deberes diarios brillan como si fueran obras de santidad. Por una sola taza de agua, nuestro Salvador les prometió a sus fieles un mar de dicha perfecta.

Estamos dispuestos a recibir la voluntad de Dios cuando llevamos a cabo con amor nuestras pequeñas obras de caridad y cuando aceptamos todas las pequeñas pruebas a lo largo del día. Tales oportunidades se nos presentan de un momento a otro. Hacer pequeñas obras con una intención realmente pura para complacer a Dios es hacerlas de manera excelente. Entonces nuestras tareas diarias hacen que el amor divino crezca, porque vivimos a Jesús quien nos enseña cómo ser buenos y fieles siervos de Dios.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales.)