Decimoprimer Domingo en el Tiempo Ordinario (Agosto 25, 2019)

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En el Evangelio de hoy se nos recuerda que para poder entrar en el reino de Dios necesitaremos la misma fuerza que tuvieron Abraham, Isaac, y Jacobo, para confiar en la bondad de Dios. He aquí algunos de los pensamientos de San Francisco de Sales sobre cómo podemos desarrollar nuestra confianza en la bondad de Dios:

La confianza en Dios es la vida del alma. Para poder desarrollar nuestra confianza en EL primero debemos aprender a amar SU bondad. Solo podemos experimentar la bondad de Dios si abrimos nuestros corazones y permitimos que El entre en ellos. Debemos aprender a hablar con Dios, y a escuchar cuando El nos habla en lo profundo de nuestro corazón. Es entonces que comenzaremos a sentir amor por las cosas de Dios.

A veces cuando pasamos por circunstancias difíciles pareciera que nuestra confianza en Dios se debilitara. Cuando nos sintamos así debemos decir a Nuestro Señor, “Aún cuando ahora siento que no confió en ti soy consciente de que tu eres mi Dios, y por ello me encomiendo completamente en tus manos, esperanzado en tu bondad”. Aún si esto nos parece difícil de decir no es imposible. Entre más reconozcamos que nos falta la fuerza necesaria para confiar en Dios, más razones tendremos para confiar en Su bondad y en Su misericordia. Nuestras almas darán vida a Jesucristo. Hasta el momento en que El nazca en nosotros no podremos evitar sufrir en el cumplimiento de nuestra labor. Pero tengan la seguridad que Dios será tan gentil y misericordioso con nosotros en nuestros momentos de debilidad e imperfección, como lo es en nuestros momentos de fortaleza y perfección.

Cuando nuestra fuerza y nuestra confianza en el amor por las cosas de Dios incrementan, logramos despojarnos de aquellos afectos inferiores que no provienen de Dios. Buscar solamente el reino de Dios, y desear solamente dar testimonio de nuestra confianza en la bondad de Dios por medio del trato a los demás, es algo vivificante. Cuando aprendemos a confiar en Dios, logramos cosechar los frutos de nuestra confianza en Su bondad. Del mismo modo en que los marineros que arriban al puerto al que estaban destinados observan el cielo que se extiende sobre sus cabezas, en lugar de observar el mar por el cual navegan, ustedes deben observar a Dios. El trabajará con ustedes, en ustedes, y para ustedes. Como resultado su confianza en la bondad de Dios será fortalecida.

(Adaptación de las lecturas de San Francisco de Sales)