Domingo 24 en el Tiempo Ordinario (Septiembre 15, 2019)

Domingo 24 en el Tiempo Ordinario (Septiembre 15, 2019)

Las lecturas de hoy nos recuerdan el deseo de Dios, motivado por su gran amor, de ir en nuestra búsqueda cuando nos hemos descarriado. A continuación presentamos algunas reflexiones hechas por San Francisco de Sales sobre la misericordia amorosa de Dios:

El vino que deleita y fortalece el corazón representa toda la dicha y las satisfacciones terrenales. Por otra parte, el amor de Dios, por sobre todos los placeres terrenales, posee una fuerza y un poder incomparable para restaurar y refrescar el corazón humano. Solo el amor divino tiene la capacidad de otorgar al corazón humano la satisfacción y la dicha perfecta. Nuestro Amante Divino no se contenta con tan sólo proclamar públicamente su intenso deseo de ser amado. Nuestro Salvador va de puerta en puerta, golpeando, reprochando, y proclamando: ¡Regresa a mí y vive! Yo te he amado con un amor que es eterno.

Nuestro Salvador jamás deja de demostrarnos que su misericordia está por encima de todas sus obras, aún si nos apartamos demasiado de la senda del amor de Dios. Cuando nuestro Señor ve un alma zambullida en el mal se apresura a ayudarla. Al acceder al amor de Dios, que viene a rescatarnos de nuestra miseria, somos como plantas casi marchitas que en un momento se vieron debilitadas por el invierno, pero que ahora crecen verdosas y vigorosas. Entonces recuperamos nuestras fuerzas, y nuestra vida, gracias al “vino” del amor celestial que alegra el corazón humano. Dios, en su infinita misericordia, desea que todos alcancemos la vida eterna, y que nadie perezca.

Aun así, todos nosotros guardamos uno que otro amor falso. Estos amores nos alejan de nuestra inclinación natural a amar a Dios. Pero si somos fieles a esta inclinación, la misericordia de Dios nos ayudara a progresar en el amor sagrado. Por eso entonces, vertamos en presencia de Dios todos esos amores desordenados que poseemos, y permitamos que El nos transforme completamente. Traten de mantener su voluntad firmemente anclada en ese deseo de encontrar el bien que Dios les ha mostrado, y así nuestro Señor los ayudara a progresar en el ejercicio del amor divino. Dios ha dispuesto que la cura supere siempre a la enfermedad. La Divina Providencia más de una vez ha hecho que dos piezas de madera torcidas se conviertan en hermosas obras de arte.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)