Domingo 23 en el Tiempo Ordinario (Septiembre 8, 2019)

Domingo 23 en el Tiempo Ordinario (Septiembre 8, 2019)

El Evangelio de hoy nos recuerda que si en verdad valoramos el hecho de ser discípulos de Jesús, debemos ser decididos, y nuestra mente debe estar enfocada solamente en aquellas cosas que nos conducen por la senda del amor a Dios, y del amor a nuestros semejantes. San Francisco de Sales dice que es posible que esta labor requiera una reorientación de nuestros afectos:

El amante verdadero no se deleita en casi ninguna otra cosa que no sea el objeto de su amor. Así mismo sucede con nuestras amistades que son buenas y excelentes. Estas amistades son enteramente para Dios, y de Dios. El amor y la amistad que tenemos en Dios nos durará toda la eternidad, ya que su cimiento, que es sólido y permanente, es el amor divino.

Como resultado de nuestro deseo de amar a Dios, sobre todas las cosas, poco a poco nos vamos desprendiendo de todos aquellos afectos que son insignificantes, que no tienen valor ante EL, ya que nada nos garantiza que durarán por siempre. Además, sentir amor por cosas y amistades cuyo núcleo no es el amor de Dios sólo nos llevará por una senda vacía. Aún así no podemos permanecer demasiado tiempo privados de toda clase de afectos. Debemos aceptar aquellos afectos que sean dignos de nuestro servicio al amor divino. Si nos hemos despojado de nuestro antiguo amor por nuestros padres, nuestro país, nuestro hogar, nuestros amigos y nuestras cosas, ahora debemos reanudar ese afecto por ellos, pero de forma completamente nueva. Ahora este afecto que sentiremos no será para nuestro beneficio propio, sino que hará parte de nuestro servicio a la gloria de Dios.

El pescador teje una red sólida y bien amarrada, de forma que esta pueda flotar sobre las olas del mar. Estando en sus nidos las aves son amas del océano. Del mismo modo, aún si existen cosas transitorias que rodean sus corazones manténganlos siempre a flote, por encima de cualquier cosa, para que así puedan presidir sobre ellas. Sus corazones deben estar abiertos solamente para el cielo. Una vez que dejamos todo por el amor de Dios, adquirimos la libertad para poner en práctica las virtudes de acuerdo al amor divino. Amemos pues a nuestros queridos amigos, amemos nuestras relaciones y nuestras cosas, pero sólo por medio del amor y la amistad sagrada, los cuales perdurarán en la eternidad.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)