Tercer Domingo de la Cuaresma (Marzo 4 de 2018)

Tercer Domingo de la Cuaresma (Marzo 4 de 2018)

El Evangelio de hoy nos relata el pasaje de los catecúmenos en el momento en que se preparan para el bautismo. Escuchamos entonces que Jesús se acerca a una mujer que ha sido rechazada por la sociedad, y le ofrece “una fuente de agua que brota para la vida eterna”. San Francisco de Sales nos ha hablado en varias ocasiones sobre cómo Jesús nos ha llamado a liberarnos de la esclavitud del pecado, y a comprometernos a llevar una vida de santidad que nos conduzca a la felicidad eterna:

Muchas personas aspiran a alcanzar la santidad pero muy pocas logran obtenerla porque no caminan como debieran – fervientemente, y la vez llenos de serenidad; cuidadosamente, pero seguros de sí mismos. Esto quiere decir que debemos depender más de la Divina Bondad y Providencia que de nosotros mismos y de nuestras buenas obras. Debemos ser completamente fieles, pero no dejarnos llevar por la ansiedad ni la impaciencia.

Dios desea que nosotros hagamos todo lo que esté en nuestro poder. Esto quiere decir que Dios quiere que utilicemos medios comunes y corrientes para alcanzar la santidad. Debemos hacer uso de los dones que nos han sido otorgados de acuerdo a nuestra vocación, y mantenernos en paz en lo referente a todo lo demás. Si esto llegase a fallar, podemos estar seguros de que Dios jamás va a dejarnos desamparados mientras nosotros estemos dispuestos a cumplir con la Voluntad Divina. Ahora que nos hemos embarcado en esta travesía con Dios como nuestro guía, debemos confiar plenamente en que EL siempre estará atento a proveernos todo lo que podamos llegar a necesitar. Por lo tanto, cuando la ayuda humana nos falle, la providencia especial de Dios asumirá el mando y se encargará de nosotros. Dios prefiere obrar milagros antes que dejar desamparados, ya sea espiritual o temporalmente, a todos aquellos que confían totalmente en la Providencia Divina.

A veces decimos que no estamos seguros de que la voluntad de complacer a Dios que hoy sentimos prevalecerá en nosotros a lo largo de nuestra vida. La pregunta es válida, ya que no hay nada más débil y propenso al cambio que nosotros. Aun así, no nos preocupemos. Mejor demostrémosle a Nuestro Señor nuestra buena voluntad continuamente. Dejémosla en Sus manos; EL la renovará tantas veces como sea necesario para que perdure en nosotros durante por el resto de nuestra vida mortal. Una vez terminada esta vida mortal no habrá razón para sentir temor, ya que entonces que estaremos en un lugar seguro.

(L. Fiorelli, ed., Sermones para la Cuaresma de San Francisco de Sales.)