DOMINGO 28 EN TIEMPO ORDINARIO (Octubre 15, 2017)

Énfasis Sugerido

“En el quien es la fuente de mi fortaleza, yo hallo el impulso para hacerlo todo”.

Perspectiva Salesiana

“Yo tengo experiencia en haber sido pisoteado, pero también se lo que es tener abundancia. He aprendido como lidiar con toda clase de circunstancias: como comer bien o pasar hambre, como tener todo lo necesario o no tener nada”.

Cómo hizo San Pablo para lidiar con los altibajos de la vida y de forma tan centrada, balanceada y con tanta confianza? Aún más importante, cómo podemos nosotros hacer para lidiar con los altibajos de nuestras vidas de forma centrada, balanceada y con confianza?

Entre otras cosas, necesitamos una confianza sólida y profunda en Dios. Nosotros necesitamos la clase de confianza que nos permite ver la mano de Dios de la misma forma durante los tiempos buenos y en los tiempos duros.

Francisco de Sales ofreció este gran consejo. Es un consejo tan relevante hoy para nuestro deseo de continuar haciendo las cosas efectivamente, muy a pesar de los obstáculos que la vida nos presenta en un día cualquiera, como lo fue en 1603 para la persona a quien Francisco le dirigió estas palabras: “Ustedes deben ser como el niño pequeño quien, como sabe que su madre lo lleva del brazo camina con firmeza y corre por todas partes sin dejar que una pequeña caída o tropezón lo moleste, después de todo, él todavía es débil de piernas. De la misma forma, desde el momento en que ustedes se den cuenta que Dios los esta llevando de la mano, y desde que demuestren su voluntad y de servirlo, continúen con firmeza y no dejen que los pequeños obstáculos ni las caídas los perturben; no hay necesidad de dejarse amedrentar por esto desde que se arrojen a los brazos de Dios de vez en cuando y besen a Dios con el beso de la caridad. Continúen avanzando con dicha y con sus corazones tan abiertos y tan sabiamente llenos de confianza como les sea posible, y si no pueden estar siempre dichosos, al menos sean valientes y confíen.” (Stopp, Cartas Selectas, paginas 45 - 46.)

En otra carta, Francisco ofreció la siguiente observación con respecto a nuestra confianza en Dios y a nuestra habilidad de lidiar con las adversidades de la vida. “Es mucho mejor levantar nuestro ojos hacia las montañas de donde la ayuda ha de llegarnos, es mejor tener esperanza en el Señor y glorificar voluntariamente nuestras enfermedades, para que la fuerza de Cristo halle su morada en nosotros… por que aquellos que depositan su confianza en el Señor obtendrán alas como el águila; pero aquel que pierda su fuerza de corazón no lograra nada y se desvanecerá como el humo. El soldado que deja el campo de batalla temblando de miedo posiblemente sentirá un descanso, pero no tendrá mas seguridad que aquel que continua peleando”. (Stopp, Cartas Selectas, pagina 121)

Hay muchas experiencias en la vida que pueden dejarnos llenos de miedo o quizás frustrados. Lo que distingue a las personas felices, saludables y santas de las personas que solo tratan de pasar por la vida, es la habilidad y la voluntad de confiar en ese Dios que nos ama igual durante los altibajos de la vida. Como dijera Job, aquellos que confían en el Señor saben que lo que el Señor da también lo quita, bendito sea siempre el nombre del Señor.

Y benditos, siempre son todos aquellos que confían- y que creen- en Dios… sin importar nada más.

DOMINGO 27 EN TIEMPO ORDINARIO (Octubre 8, 2017)

Énfasis Sugerido

“Desechen toda la ansiedad de sus mentes… cuando lo logren, el Dios de la paz estarán con ustedes”.

Perspectiva Salesiana

La imagen de la viña es empleada en la primera y la tercera lectura del leccionario de hoy. En ambos casos las cosas en la viña no han resultado de la manera en que los dueños lo habían planeado: parece que las personas responsables de las viñas no cumplieron con lo que se esperaba de ellas.

Quién es el dueño de la viña? Pues Dios, por supuesto. Qué es la viña? La viña es el mundo en el que vivimos. Es el mundo de las relaciones entre nosotros. Es el mundo- como dice Francisco, el universo- en nosotros. Quién es responsable del cuidado de la viña? Nosotros somos los responsables… como individuos y como comunidad.

La verdad es que nosotros no siempre cumplimos con las expectativas que Dios tiene de nosotros. Como colaboradores con Dios y en el plan continuo de la creación, la redención, la inspiración y la salvación de Dios, nosotros no siempre cosechamos las uvas de la vida de formas que den vida: cosas como el respeto, como la honestidad, como la pureza, como la decencia o la virtud que deberíamos tener. Tristemente, muchas veces utilizamos nuestras energías para producir uvas de cólera: cosas como los celos, la envidia, la indiferencia, el odio, la violencia y la injusticia.

Esta es la parcela de nuestra vida. Claramente sabemos la clase de viñero que Dios quiere que cultivemos y que cosechemos, pero el pecado, el miedo, y el egoísmo muchas veces no nos permiten producir la clase de frutas que dan vida.

Aun así, tan trágica como puede llegar a sonar esta realidad, solo una cosa puede hacerla aún peor.

Sentir ansiedad cuando pensamos en ella.

Francisco de Sales escribió: “con la excepción única del pecado, la ansiedad es el mal mas grande que le puede ocurrir a un alma”. Porqué? “en vez de remover el mal, la ansiedad lo incrementa y envuelve el alma en una gran angustia, en una gran aflicción sumado a la perdida de la fuerza y del coraje que hace que imaginemos el mal como algo incurable… todo esto es sumamente peligroso”. (Introducción a la Vida Devota, Parte IV, Capitulo 11)

Debemos ser honestos. Necesitamos identificar aquellas áreas de nuestras vidas- nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras actitudes y nuestras acciones- en las que experimentamos dificultad a la hora de cultivar una cosecha de paz, de justicia, de reconciliación y de amor. Pero debemos hacer esto sin ansiedad por que la ansiedad debilita nuestra habilidad de alejarnos del pecado y nos roba el coraje que necesitamos para hacer lo que es correcto y bueno.

Por todos los medios deben reconocer la realidad del pecado y de los defectos en sus vidas, pero también deben dedicar mas de sus energías a vivir “de acuerdo a lo que han aprendido y aceptado… y así entonces, el Dios de la paz estará con ustedes”.

Luchen cada día, aspiren a obtener la cosecha del amor del viñero de la vida… pero eviten la ansiedad en este proceso.

DOMINGO 26 EN TIEMPO ORDINARIO (Octubre 1, 2017)

Énfasis Sugerido

“Que todos piensen en los demás humildemente… cada uno de ustedes pensando en los intereses de los demás en vez de en los propios”.

Perspectiva Salesiana

Vivir con humildad, como decía San Agustín, es vivir con la verdad: la verdad de Dios, la verdad de nosotros mismos, la verdad de los demás. Vivir en la verdad no es solamente un ejercicio intelectual: es algo que debe hacer una diferencia profunda en la forma en la que vivimos nuestras vidas.

San Francisco de Sales veía a Jesucristo como el modelo perfecto de la humildad. Cuál era la verdad de Jesús? Primero, el poseía divinidad. Segundo, Cristo no se aferraba egoístamente a su naturaleza divina. Tercero, Cristo compartía generosamente y libremente su poder (conforme a la voluntad del Padre) individualmente con hombres, mujeres y niños en un tiempo particular, en un espacio particular y en un lugar particular de la historia humana. Cuarto, tanto nos amaba Cristo que compartió su dividinad con nosotros al hacerse completamente humano: experimentando el nacimiento, celebrando la vida, acogiendo la muerte.

El misterio de la capacidad de Cristo para liberarse de todo solo puede entenderse cuando se ve desde la óptica de su divino poder. La significancia de su humildad es aun más grande cuando se aprecia como una expresión de su absoluta generosidad. Su servicio para con nosotros es aún más extraordinario cuando consideramos que debimos ser nosotros quienes lo sirvieran a él.

Ser humilde es vivir en la verdad como vivió Jesús. Como Cristo, nosotros primero debemos reconocer que, como somos hechos a imagen y semejanza de Dios, nosotros también somos buenos. Segundo, tenemos que reconocer que la dignidad que Dios no ha otorgado no esta destinada a satisfacer solamente nuestras necesidades. Por el contrario, nosotros hemos sido creados para “ver por los demás en vez de por nosotros mismos”. Tercero, debemos reconocer que sin importar cuan bueno y bello y sagrado sea el orden creado, nuestra Gloria última es vivir para siempre en el cielo. Cuarto, debemos andar con la creencia de que solo aquellos que entregan su vida al servicio cada día, serán elevados a la hora del juicio final.

Nuestra gloria no se halla en aferrarnos a la dignidad y el destino que Dios nos ha dado. No, nuestro poder es glorificado, y poderosamente vivido, cuando usamos esa dignidad y ese destino para acercarnos a los demás en el amor. Así como Cristo nosotros somos más poderosos cuando nos dedicamos a buscar la salud, la santidad y la felicidad de los demás.

Así como Cristo, los siervos humildes saben que pueden ser verdaderamente felices solo cuando concentran todos sus esfuerzos cada día para hacer que la dicha de los demás “sea completa”. Al dejar todo lo que somos de lado, abrimos más espacio para los demás… y en ese proceso llegamos a conocer la plenitud de la dicha por que nos habremos hecho completamente humanos de la forma en que Dios lo dispuso para nosotros.

Para concluir, cada rodilla debe doblarse en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra ante la presencia del Todopoderoso. Aún así, nosotros que caminamos en presencia de Dios debemos también erguirnos y vivir en la verdad: por Dios, por nosotros, y muy especialmente, por los demás.

DOMINGO 25 EN TIEMPO ORDINARIO (Septiembre 24, 2017)

Énfasis Sugerido

“Busquen al Señor ahora que lo pueden encontrar, llámenlo ahora que está cerca.”

Perspectiva Salesiana

Todos buscamos al Señor en nuestras vidas, estemos conscientes de ello o no. Nosotros buscamos a Dios en nuestros hogares, en nuestros barrios, en nuestras escuelas y oficinas. Nosotros buscamos a Dios en nuestros éxitos y también en los obstáculos que se nos presentan. Nosotros buscamos a Dios en nuestras esperanzas, en nuestros miedos y en nuestros sueños. Nosotros buscamos a Dios en todas aquellas cosas que tenemos que hacer el día de hoy.

Con todo lo que tenemos que hacer, quién tiene tiempo para pasarlo en esta búsqueda? La verdad es que buscar a Dios no implica tener que hacer algo extra: buscar a Dios es simplemente abrir nuestras mentes, nuestros corazones, nuestros oídos, nuestros ojos y nuestra imaginación a Dios quien siempre está con nosotros, presente en todas esas tareas que tenemos pendientes por hacer.

San Francisco de Sales escribió: “Dios esta en todas las cosas y en todos los lugares. No hay una cosa o un lugar en donde Dios no se encuentre verdaderamente presente. Así como las aves siempre encuentran aire en donde quiera que vuelan, de la misma forma nosotros encontraremos a Dios presente a donde quiera que vayamos, o donde quiera que estemos. Todo el mundo conoce esta verdad – intelectualmente hablando- pero no todo el mundo internaliza esta verdad y la asume como propia” ( Introducción a la Vida Devota, Parte II, Capítulo 2). Dios no solo sabe en donde están ustedes, sino que “esta presente de manera particular en sus corazones y en el centro mismo de sus espíritus. El los aviva y los anima con su divina presencia, por que Dios está ahí como el corazón de su corazón y el espíritu de su espíritu". (Ibid)

Entonces, el problema no es que Dios no este presente en nuestras vidas, sino que nosotros simplemente –y trágicamente- fracasamos a la hora de reconocer la presencia de Dios. Francisco escribió: “Aún cuando la fe nos garantiza su presencia, como no podemos verlo con nuestros propios ojos muchas veces nos olvidamos de Dios y nos comportamos como si Dios estuviese lejos de nosotros. Aún cuando nuestro intelecto nos dice que Dios esta presente en todas las cosas, fracasamos a la hora de reflexionar sobre esta verdad y actuamos como si no la supiéramos.” (Ibid)

Uno de los métodos más poderosos y efectivos para buscar al Señor – para poder ver al Señor quien siempre está presente- es la oración. No importa cuan ocupados, frustrados, solitarios o jubilosos nos sintamos, no importa cuan atareados resulten nuestros días, siempre tenemos oportunidad de orar: una palabra, una frase, un pensamiento o una imagen que nos recuerde que el Dios que nos creo, quien nos redimió y quien nos inspira, es verdaderamente Emanuel, un nombre que significa Dios está con nosotros!

Porqué es tan importante todo esto? Cuando estamos conscientes de la presencia de Dios es más probable que nos tratemos los unos a los otros de forma amorosa, pacífica, preocupada, con dulzura, con verdad y con gentileza. Por el contrario, cuando no recordamos la presencia de Dios, nosotros… somos mas propensos a comportarnos de formas que van en contra de sus designios.

Busquen… vean al Señor quien siempre está presente en ustedes… en los demás… en todas las actividades de cada día. Y una vez conscientes de esta verdad, recuerden que deben pensar, sentir, soñar, trabajar y actuar de acuerdo a la misma!

DOMINGO 24 EN TIEMPO ORDINARIO (17 de Septiembre de 2017)

Enfasis Sugerido

“La ira y la rabia son cosas odiosas, y aun así el pecador se aferra a ellas con fuerza. ¿Es correcto que una persona alimente la ira en contra de los demás, y al mismo tiempo espere ser sanada por el Señor?”

Perspectiva Salesiana

¿Alguna vez han estado disgustados? ¿Alguna vez han estado furiosos? ¿Alguna vez han estado enojados? ¡Por supuesto que sí! El enojo (con sus múltiples facetas) inevitablemente hace parte de la vida…algunas veces; de hecho constituye una parte muy volátil de la vida. Como cualquier otra emoción, no se puede negar ni reprimir.

En lo que a las emociones se refiere, el enfado no es un pecado, como no se consideraría pecado la dicha, el miedo o la felicidad. Sin embargo, la manera en que manejamos nuestro enfado – o nuestro fracaso a la hora de manejarlo – determinará si este ha de transformarse en una virtud, o en un vicio: si ultimadamente desembocará en algo constructivo, o en algo destructivo.

Muy pocas personas planean enojarse. El enojo es una respuesta, o una reacción intensa que se desata ante una injusticia o una herida, bien sea real o percibida; es por esto que la mayoría de las veces nos toma por sorpresa. He aquí la dificultad que genera esa emoción tan “molesta”: es precisamente debido a su espontaneidad e intensidad, que el enfado muchas veces nos lleva la ventaja… y con mucha más rapidez puede salirse de nuestro control. El enojo, por así decirlo, puede llegar a convertirse en el inquilino a quien no hemos invitado y que de repente se convierte en el amo de la casa. Francisco de Sales hace la siguiente observación: “Una vez admitimos el enojo es muy difícil volver a expulsarlo. Este empieza como una pequeña rama, y en tiempo record se convierte en una viga”. Francisco de Sales nos da el siguiente consejo: “Es mejor que intentemos encontrar formas de vivir sin el enojo, que fingir que podemos manejarlo de manera discreta y moderada. En la medida en que reine la razón, y que expongamos nuestros reproches y correctivos con calma, las personas los aprobarán y los aceptarán. Pero si hacemos esto con rabia e ira, nuestros reproches, nuestras sanciones, serán recibidas con miedo en lugar de amor”.

Juana de Chantal por su parte sugiere lo siguiente: “Traten de apaciguar sus pasiones y vivan de acuerdo a la razón y la sagrada voluntad de Dios”. Es mejor darle un respiro a nuestro enojo antes de tomar decisiones importantes o de embarcarnos en un curso de acción determinado.

Por encima de todo, no debemos alimentar ni nutrir nuestro enfado. Consentir repetidamente el enojo puede tener resultados desastrosos para nosotros. Cuando nos obsesionamos con nuestras heridas, cuando repasamos dolores pasados, cuando nos aferramos al resentimiento, dejamos de ser personas que se ocasionalmente se enfurecen, para gradualmente convertimos en personas amargadas. Ser adictos a la furia es como beber veneno, pero esperar que sean los demás quienes perezcan. Aunque puede que, por fuera, nuestro enojo realmente haga daño a los demás, el veneno que produce eventualmente nos mata desde adentro.

Atiendan las palabras del Libro de Sirach: "La ira y la rabia son cosas odiosas, y aun así el pecador se aferra a ellas con fuerza. ¿Es correcto que una persona alimente la ira en contra de los demás, y al mismo tiempo espere ser sanada por el Señor? Del mismo modo en que una piedra lanzada hacia arriba va a caer sobre quien la ha lanzado, el golpe dado con rabia va a herir a más de uno. Perdonen las injusticias cometidas por sus semejantes; y así cuando ustedes oren sus propios pecados serán perdonados” (Sir 27: 25; 28: 2-3)

Eviten sustentar y regodearse en la ira; recuerden que esta es una emoción, y que no debe convertirse en una forma de vida.

Exultación de la Santísima Cruz (Septiembre 14, 2017)

Énfasis Sugerido

“Se sabia que él tenia un estado humano y fue en ese estado que se hizo más humilde, obediente e incluso estaba dispuesto a aceptar la muerte, la muerte en una cruz.”

Perspectiva Salesiana

Esta fiesta conmemora el encuentro de la Verdadera Cruz en 325 por Santa Elena, la madre del emperador Roman o Constantino I durante una peregrinación que hizo a Jerusalén. La Iglesia del Santo Sepulcro fue construida en el lugar del descubrimiento, por la orden de Elena y Constantino. La iglesia fue dedicada nueve años después y una porción de la cruz fue puesta dentro del recinto. En 614, esa porción de la cruz fue sacada de la iglesia por los persas, y permaneció perdida hasta que fue recuperada por el Emperador Bizantino Heraclio en 628. La cruz fue devuelta a la iglesia un año después de haber sido llevada por Heraclio a Constantinopla. La fecha en que se celebra la fiesta marca la dedicatoria de la Iglesia del Santo Sepulcro en 335. Este fue un festival de dos días: aun cuando la consagración de la iglesia en si, tuvo lugar el 13 de Septiembre, la cruz fue sacada de la iglesia el 14 de Septiembre para que el clero junto con los fieles pudieran orar ante la Verdadera Cruz, y para que todos los que llegaran al lugar pudieran venerarla.

Por supuesto al mismo tiempo que existe una cruz física, también existe ese significado permanente que tiene la cruz en nuestras vidas. Francisco de Sales escribió: “La sabiduría de la Cruz es totalmente contraria a la sabiduría del mundo. Aun cuando Nuestro Señor nos dijo una y otra vez, ‘Benditos son los pobres de espíritu, los que hacen la paz, los dóciles, aquellos que tienen sed y hambre de justicia’, el mundo no puede entender ni acoger esa clase de sabiduría. Por el contrario, el mundo proclama: ‘Oh, benditos son los acaudalados, los opresores, aquellos que se vengan de sus enemigos, y aquellos a quienes nadie se atreve a ofender’. Observen como la perfección de la Cruz es un disparate a los ojos del mundo, precisamente por que acoge todo aquello que es aborrecible para la naturaleza humana. Ama la corrección y se somete a ella; no solo siente placer al ser corregida, sino que encuentra aún más placer al ser reprobada y corregida a causa de sus culpas y sus faltas. Oh, bandito sean aquellos que hablan solamente para corregir de forma fraternal, en el espíritu de la caridad y de la humildad profunda! Pero mas benditos son aquellos que siempre están listos para recibir la Cruz con un corazón gentil, apacible y tranquilo”. ( Sermones para la Cuaresma, 1622, p. 166)

Santa Juana escribió su propia exultación a la Cruz en el transcurso de su búsqueda de la devoción. Ella escribió: “la verdadera felicidad del cristiano es poder conocer a Dios a través de la persona de su hijo, y el imitar las virtudes que él practicó durante su vida, a través de su santa pasión, en su humildad, su pobreza, su dolor, su desden, y su sufrimiento; la naturaleza no tiene nada parecido a esto, pero nosotros no hemos nacido para vivir acorde con su instinto. La mente, que es parte de la carne, nos perturba cuando algo nos es negado, mientras que el espíritu de Dios nos guiará y hará que nos sometamos a su voluntad en los momentos de miseria y nos ayudará a sobrellevarlos con paciencia; aquellos que son humildes siempre son gentiles y actúan con cortesía; ellos se ven a sí mismos tan pequeños, son tan modestos, que jamás se atreven a decir una palabra enfadados…” (Exhortaciones, Conferencias e Instrucciones)

La exultación de la Cruz nos llama a renunciar a una vida basada meramente en el instinto humano para que así podamos vivir en un plano más alto, el de la vida divina. La exultación de la Cruz nos reta a que examinemos críticamente la cultura popular y a que promovamos la cultura del amor divino. La exultación de la Cruz nos reta a que encontremos la grandeza en las cosas más pequeñas; a que peleemos contra el fuego por medio de la paz; a que nos enfrentemos a la violencia con gentileza.

Abrirnos al triunfo de la Cruz es un reto difícil de aceptar… y mucho más difícil de vivir.

DOMINGO 23 EN TIEMPO ORDINARIO (Septiembre 10, 2017)

Enfasis Sugerido

“No adquieran ninguna deuda con nadie, a menos que sea esa deuda que nos une en el amor los unos con los otros.”

Perspectiva Salesiana

El Diccionario de la Herencia Americana del Idioma Inglés define deuda como “algo que se debe, como dinero, bienes o servicios; una obligación o responsabilidad de pagar o de dar algo a alguien mas.” El diccionario también dirige al lector a buscar la palabra ghabh en el índice de las Raíces Indo-Europeas: “Derivados importantes son dar, perdonar, obsequio, habilidad, obligación y objetivo.”

La vida esta llena de deudas, obligaciones y cosas que debemos a los demás en espíritu de servicio. Algunas de las cosas que debemos a los demás incluyen: costos de matricula, impuestos, créditos, deudas de tarjetas de crédito, cuentas de servicios, trabajar por nuestro salario, seguros, costos de servicios de salud… y la lista sigue y sigue.

En otro plano, aunque menos obvio, hay toda una gama de cosas que son aún más importantes y que debemos otorgar a los demás en el espíritu de la generosidad: Tiempo, talento, respeto, reverencia, fidelidad, honestidad, cuidado, preocupación, consideración, bondad, paciencia, justicia, paz, reconciliación… y esta lista también sigue y sigue.

Supongo que si una persona se detiene a considerar todas las cosas que él o ella le debe a alguien más, esto puede resultar una experiencia abrumadora. Quizás sea mejor hacer lo que San Pablo aconseja cuando nos dice “ No adquieran ninguna deuda con nadie, a menos que sea esa una deuda que los una en el amor a los demás ”. La deuda del amor – el lazo del amor- no es solamente la obligación más importante que tenemos con los demás: también incluye todas las otras cosas, virtudes y acciones que debemos a los demás… cosas que debemos otorgar a los demás.

En una carta a Santa Juana de Chantal, San Francisco de Sales escribió: “Debo decir que no se de ningún tipo de unión o de lazo que nos una que implique ningún otro tipo de obligación que no sea la del amor divino y la verdadera amistad cristiana, lo que San Pablo llama ‘la unión en la perfección’ este lazo es como su nombre lo indica, perfecto, por que es indisoluble y jamás se debilita. Cualquier otro lazo es temporal…. Pero el lazo del amor crece y se fortalece a medida que pasa el tiempo. No puede ser cortado por la muerte, que de una tajada lo corta todo excepto la caridad… Así pues, este es nuestro lazo, estas son nuestras cadenas que entre más nos aprietan, entre más nos tallan, más alegría y más libertad nos traen… nada es más flexible que ese lazo; nada es más fuerte.” ( Cartas de Dirección Espiritual, pagina 127)

Nuestras vidas están llenas de deudas y de obligaciones que tenemos con los demás. En medio de los intentos que hacemos a diario para cumplir con estas obligaciones, que Dios nos de la gracia para recordar y enfocarnos en la deuda que verdaderamente importa.

El lazo del amor… y las obligaciones – a las que este conlleva.

Hello, World!

DOMINGO 22 EN TIEMPO ORDINARIO (Septiembre 3, 2017)

Enfasis Sugerido

“Si una persona quiere seguirme el o ella debe renunciar a si mismo, tomar su cruz y seguir mis pasos.”

Perspectiva Salesiana

Ya todos debemos estar muy familiarizados con esta invitación—y con el desafío que la acompaña- de seguir los pasos de Jesús, y lo que esto requiere de nuestra parte.

Quizás demasiado familiarizados.

Alguna vez leyeron/escucharon esta admonición d-e-s-p-a-c-i-o? con c-u-i-d-a-d-o? Jesús no nos reta a que carguemos su cruz; no, Jesús nos llama a todos y cada uno a que carguemos nuestra propia cruz personal, particular, única en su género. Para entender lo que significa cargar cruces, debemos primero considerar lo que significa para nosotros la cruz de Cristo.

La cruz de Jesucristo no es solo la cruz que Jesús cargo en el último día de su ministerio publico, la cruz en la que Jesús entrego su vida: la cruz de Jesucristo fue la totalidad de su vida. La cruz que Jesús cargo cada día fue su disposición para ser fiel con quien el Padre se lo indicara y para acoger todo – el éxito, los obstáculos y todo lo demás – que sucediera a consecuencia de este estado, del momento y de la misión de su vida.

En particular, la cruz que Jesús cargo fue su fidelidad a la hora de acoger la vida – y de dar su vida- sin importar las dificultades y los retos que frecuentemente acompañaron sus esfuerzos al proclamar el reino de Dios.

Desde ya todos nosotros somos seguidores de Jesús. En virtud del amor creativo, redentor e inspirador de Dios – un amor que ha sido demostrado públicamente a través del bautismo- debemos tomar nuestras cruces – debemos entender el tipo de personas que Dios nos ha llamado a ser- y debemos acoger todos los retos que implica el entregar nuestras vidas al servicio de los demás. En resumen, debemos reconocer nuestro lugar en la vida, y a tener el coraje de asumirlo.

Esto es todavía mas cierto cuando se trata de retos que nosotros no escogeríamos: criar un niño difícil; tener que lidiar con un cambio inesperado de trabajo o de residencia; recibir inesperadamente una diagnosis sobre una enfermedad grave; trabajar con un colega conflictivo o con un vecino problemático, luchar con la depresión; perder una esposa, o un esposo o a otro ser querido. San Francisco escribió: “Ustedes están mas que dispuestos a tener una cruz, pero quieren ser ustedes los que escojan la clase de cruz que va a ser… yo quiero que sus cruces y la mía no sean ninguna otra que no sea la cruz de Jesucristo, en lo que se refiere a la clase y la forma en la que nos es impuesta”. (Stopp, Cartas Selectas , pp. 79 – 80)

Quieren seguir a Jesús? Entonces carguen sus propias cruces – acojan sus vidas profunda y completamente – así como les son otorgadas por un Dios que los llama a continuar con el ministerio de Jesús hoy día: en sus casas, en sus trabajos, en sus escuelas, dondequiera que se encuentren. Aun así al final no es suficiente que ninguno de nosotros simplemente la cargue. San Francisco de Sales observo: “Entre mas sagrada sea la cruz que Dios nos da, mas debemos amarla.” (Ibid)

DOMINGO 21 EN TIEMPO ORDINARIO (Agosto 27, 2017)

Perspectiva Salesiana

“Qué grandiosas son las riquezas y la sabiduría y el conocimiento de Dios!”

Perspectiva Salesiana

En su Tratado del Amor de Dios, Francisco de Sales escribió: “Como podemos ver el universo, y especialmente la naturaleza humana, es como un reloj compuesto de una variedad tan grande de acciones y movimientos que no podemos contener nuestra admiración por el. Todos sabemos que en general cada una de estas partes, que han sido creadas de formas tan diferentes, todas sirven para desplegar, como en el interior de un reloj, la justicia sagrada de Dios, o para manifestar el triunfo de la misericordia y la bondad de Dios, como en un canto de alabanza. Pero entender individualmente la función de cada una de las partes, ya sea para entender su función en general o el por que están hechas de tal forma, no es posible a manos que no entendamos lo que el relojero supremo nos enseña. Dios no nos revela su arte para que podamos admirarlo con gran reverencia hasta que lleguemos al cielo, donde Dios nos abrumara con la belleza de su sabiduría. Entonces, en la abundancia de su amor Dios nos revelara las rezones, los significados y los motivos para todo lo que ha sucedido en este mundo para asegurar nuestra salvación eterna”. (Libro IV, Capítulo 8)

Quién puede llegar a entender la mente de Dios? Quién de nosotros puede aspirar a entender el plan que Dios ha diseñado para nosotros? Quién de nosotros puede comprender el alcance y la profundidad del amor que Dios siente por nosotros? La justicia de Dios se extiende más allá de los límites de la mente humana.

Aun cuando no entendemos la mente de Dios, podemos llegar a conocer claramente el corazón de Dios… a través de la persona de su hijo y nuestro salvador, Jesucristo.

En Cristo podemos ver al Dios que nos ha creado. En Cristo podremos ver al Dios que nos ha redimido. En Cristo podemos ver al Dios que nos ha inspirado. En Cristo podemos ver al Dios que nos ama, nos perdona, nos reta, que se preocupa por nosotros y que anhela nuestra felicidad.

En Cristo también podemos ver algo más: lo que significa ser complemente humano. La mente humana y el corazón humano están en su mejor disposición cuando son compasivos, cuando perdonan, cuando son honestos, cuando son pacíficos y generosos. En Cristo, el humilde y gentil sirviente, podemos ver lo que significa ser verdaderamente humano, lo que significa ser hijos e hijas del Dios viviente.

Hay muchas cosas sobre la mentalidad de Dios que solo podemos aspirar a entender y conocer en el cielo. Pero mientras eso sucede, la sumatoria de nuestros esfuerzos debe ser dirigida al entendimiento y la personificación del corazón de Dios en nuestras relaciones con los demás aquí en la tierra.

“Qué tan profundos son las riquezas, la sabiduría y el conocimiento de Dios” en todos y cada uno de nosotros. Cómo podemos compartir estas riquezas y esta sabiduría con los demás hoy, y como podemos llegar a reconocer en nosotros características del corazón de Dios?

DOMINGO 20 EN TIEMPO ORDINARIO (Agosto 20, 2017)

Enfasis Sugerido

“Observen lo correcto, hagan lo que es justo; por que mi salvación está a punto de llegar, mi justicia, está a punto de ser revelada.”

Perspectiva Salesiana

Nuestro Dios puede ser descrito de muchas formas: como un Dios de amor; como un Dios de vida; como un Dios de salvación; como un Dios de reconciliación; como un Dios de paz.

Y como nos recuerdan las lecturas de hoy del profeta Isaías, nuestro Dios es también un Dios de justicia. Esto significa que Dios es justo, que Dios es equitativo. Dios es moralmente recto. Dios es razonable y honesto.

Dios le da a cada quien lo que se merece.

Nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Con este fin, igual que Dios, nosotros también estamos llamados a ser personas justas, y a otorgar a los demás lo que les corresponde.

En la medida en que Dios nos llama a vivir una vida justa, una de nuestras grandes tentaciones es actuar de manera injusta, ósea, vivir con “dos corazones”. En su Introducción a la Vida Devota, Francisco de Sales escribió: “En general nosotros preferimos las riquezas a la pobreza… incluso preferimos a aquellos que se visten bien. Rigurosamente exigimos nuestros derechos, pero queremos que los demás tengan consideración a la hora de exigir los suyos. Nos quejamos con facilidad de nuestros vecinos, pero esperamos que ellos nunca se quejen de nosotros. Las cosas que hacemos por los demás siempre nos parecen enormes y de gran sacrificio, pero lo que los demás hacen por nosotros nos parece poco. En resumen, tenemos dos corazones. Tenemos una actitud moderada, agraciada y cortés hacia nosotros mismos y a la vez tenemos un temperamento duro, severo e intransigente con los demás”. (Parte III, Capítulo 36)

Francisco de Sales nos desafía a que “seamos justos y equitativos en todas nuestras acciones. Pónganse siempre en el lugar de sus vecinos y póngalos a ellos en el suyo, y entonces así vivirán justamente. Imaginen que ustedes son los vendedores cuando vayan a comprar algo, y que son los compradores cuando estén vendiendo algo, y así podrán vender y comprar justamente……al final no perdemos nada si vivimos de forma generosa, noble, cortés y con un corazón que sea real, justo y razonable. Examinen frecuentemente sus corazones para ver si están en buena disposición para con sus vecinos, de la misma forma en que ustedes esperan que los corazones de sus vecinos estén en buena disposición para con ustedes.” (Ibid)

La justicia entonces no se trata solo de imitar un atributo lejano e inalcanzable. La justicia no es solo un asunto de remediar la desigualdad social. La justicia no se limita a trabajar por un noble propósito global. La justicia debe ser la pieza fundamental de incluso la más pequeña, la más mundana de las dimensiones de las vidas de todos aquellos que deseamos seguir a Jesús, de todos aquellos que deseamos vivir una vida devota. Se trata, con toda certeza, de ser mas plena – y profundamente- humano.

En la medida en que tratemos a los demás como queremos que ellos nos traten a nosotros en los pequeños intercambios de la vida diaria – ósea que nos traten justamente, razonablemente, con rectitud- estaremos hacienda uso de la justicia divina de Dios. Qué mejor forma de dar a Dios lo que le corresponde que dándonos los unos a los otros lo que es debido…. Y, en ese mismo proceso, reconocer las bendiciones que llegan a nuestras vidas cuando nuestro corazón es uno solo.

ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA (Agosto 15, 2017)

Nuestra reflexión para el Salesiano Dominical de hoy – La Fiesta de la Asunción – ha sido tomada en su totalidad del Tratado del Amor de Dios, Libro 7, Capitulo 14 de San Francisco de Sales.

“No niego que el alma de la Santísima Virgen tenia dos porciones, y por ello dos apetitos: uno de acuerdo con el espíritu y la razón superior, y el otro de acuerdo con el sentido y la razón inferior, siendo el resultado que ella sólo podía experimentar la lucha y la contradicción de un apetito en contra del otro. Esta carga la sentía incluso su Hijo. Digo que en esta Madre celestial todos los afectos estaban tan bien arreglados y ordenados que el amor de Dios mantenía imperio y dominio en ella de forma pasiva y sin ser molestado por la diversidad de voluntades y apetitos o contradicciones de los sentidos. Ni la repugnancia del apetito natural ni los movimientos sensuales se convirtieron en pecados, ni siquiera pecados veniales. Por el contrario, todo había sido usado sagradamente y fielmente en servicio del amor sagrado y para el ejercicio de las otras virtudes que, en su mayoría, no pueden ser practicadas excepto en medio de la dificultad, oposición y contradicción....”

“Como todos saben, el imán naturalmente acerca el hierro hacia si mismo por un poder que es secreto y maravilloso. Aún así, hay cinco cosas que perturban esta operación: (1) si hay una distancia muy grande entre el imán y el hierro (2) si hay un diamante en medio de los dos; (3) si el hierro tiene grasa; (4) si el hierro ha sido frotado con cebolla; (5) si el hierro es muy pesado.”

“Nuestros corazones están hechos para Dios, y Dios constantemente nos estimula y nunca deja de poner en ellos los incentivos del amor divino. Aún así cinco cosas impiden esta atracción divina: (1) el pecado, que nos remueve de Dios; (2) los afectos por la riqueza; (3) los placeres sensuales; (4) el orgullo y la vanidad; (5) el amor propio, junto con la multitud de pasiones desordenadas a las que este conlleva, y que son una carga muy pesada.

“Ninguno de estos impedimentos tenían lugar en el corazón de la Virgen gloriosa. Ella estaba: (1) por siempre lejos del pecado; (2) por siempre pobre de espíritu; (3) por siempre la más pura; (4) por siempre la más humilde; (5) por siempre la amante pacifica de todas sus pasiones y completamente exenta de la rebelión del amor propio en contra del amor de Dios. Por esta razón, igual que el hierro, que cuando está libre de todos los obstáculos es poderosa pero generosamente atraído por el imán – aún cuando la atracción es siempre más activa y fuerte a medida que se acercan el uno al otro – así mismo la Madre Bendita, como no hay nada en ella que impida la operación del amor divino de su Hijo, fue unida con él de forma incomparable por un éxtasis gentil sin obstáculos o impedimentos.”

“Este era un éxtasis en el que la parte sensible obraba sin perturbar la unión espiritual, y así mismo la perfecta aplicación del espíritu no causaba distracción a los sentidos. Así pues, la muerte de la Virgen fue la más gentil que pudo haber sido imaginada, por que su Hijo la acercó dulcemente hacia él con el olor de su perfume, y ella, amantemente, fluyó lejos de su dulzura temerosa hacia el regazo de la bondad de su Hijo. Aún cuando esta alma bendita tenía un amor supremo por su cuerpo, santo, puro y amoroso, ella lo dejó sin pena ni resistencia... Al pie de la cruz, el amor le había dado a esta esposa divina los sufrimientos supremos de la muerte. Verdaderamente entonces, era razonable que al final la muerte le otorgara las delicias supremas del amor.”

DOMINGO 19 EN TIEMPO ORDINARIO (Agosto 13, 2017)

Enfasis Sugerido

Salgan y pónganse delante del Señor; el Señor pasará por aquí.”

Perspectiva Salesiana

Aún cuando estemos o no conscientes de ello, todos tenemos expectativas. Esperamos cosas de nuestras familias, esperamos cosas de nuestros esposos y esposas, esperamos cosas de nuestros hijos, esperamos cosas de nuestros padres, esperamos cosas de nuestros amigos, esperamos cosas de nuestros sacerdotes, esperamos cosas de nuestros doctores, esperamos cosas de nuestros dentistas, esperamos cosas de nuestros jefes.

Incluso, nosotros esperamos ciertas cosas de Dios, especialmente cuando nos preguntamos en dónde podemos encontrarlo.

Hay ciertas expectativas que son razonables. Nosotros esperamos encontrar a Dios en una iglesia, en un amanecer, en un atardecer; nosotros esperamos encontrar a Dios en el milagro del nacimiento, en la sonrisa de los niños, en el regalo de la amistad.

El problema es que Dios está en muchos más lugares de los que nosotros podemos imaginar.

Elías esperaba encontrar a Dios en los lugares que son más obvios, ejemplo: en un fuerte y poderoso viento, o en un terremoto. Pero lo que sucedió fue que Dios decidió comunicarse con el a través de un murmullo. El último lugar en el que los discípulos esperaban encontrar a Dios a las altas horas de la madrugada, era caminando sobre un lago en medio de una tormenta: pero ahí estaba.

Nosotros esperamos encontrar a Dios en los lugares obvios, pero también debemos aprender a buscar y a encontrar a Dios en los lugares en que menos pensaríamos verlo. Verdaderamente, las Escrituras están llenas de historia tras historia sobre como Dios decidió entrar en las vidas de los hombres, las mujeres y los niños de formas en que ninguno de ellos lo esperaba.

Aun cuando nuestro Dios es un Dios del cual podemos depender, nuestro Dios también es un Dios que está lleno de sorpresas. Nuestro Dios frecuentemente actúa de formas que sobrepasan- y que algunas veces rompen con - todas nuestras expectativas. Acuérdense de los cuestionamientos y las críticas impuestas por ciertas personas en contra de Jesús, cosas como: “Es que acaso algo bueno puede llegar a salir de Nazaret?”

Dónde debemos esperar poder encontrar a Dios? “Dios está en todas las cosas y en todos los lugares,” escribió San Francisco de Sales. “No hay cosa ni lugar en este mundo en el que Dios no se encuentre verdaderamente presente. De la misma forma en que donde quiera que los pájaros vuelen van a encontrar aire, así mismo dondequiera que nosotros vayamos o dondequiera que estemos allí encontraremos a Dios. Todo el mundo sabe esta verdad pero no todo el mundo es consciente de ella.” ( Introducción a la Vida Devota, Parte II, Capítulo 2)

Así como Dios, las oportunidades para hacer lo que es justo, para hacer la paz, para ser honestos, para compartir amor, para llevar sanación y para atender y preocuparnos por los demás se presentan en todas partes. Hasta qué punto estamos nosotros ensimismados en lo que esperamos de Dios, que no podemos reconocer lo que él espera de nosotros?

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (6 de agosto de 2017)

“Él se transfiguró ante sus ojos y sus vestimentas se volvieron de un blanco resplandeciente, más blancas de lo que cualquier blanqueador pudiera hacerlas”.

Algo extraordinario sucedió en esa montaña.

Consideren la posibilidad de que no fue Jesús quien cambió sino que fueron Pedro, Santiago y Juan los que tuvieron una transformación. Imaginen que este relato del Evangelio de Marcos documenta la experiencia de Pedro, Santiago y Juan cuando se les abrieron los ojos; su visión se amplió y esto les permitió ver sin impedimentos la luz deslumbrante del amor de Jesús emanando de cada fibra de su ser.

Ciertamente, cada día de la vida de Jesús algo de ese extraordinario resplandor, esa extraordinaria pasión y esa extraordinaria gloria le fueron revelados a personas de todas las edades, en todas las etapas y estados de la vida. Los pastores y los reyes magos lo vieron; los ancianos en el templo lo vieron; los huéspedes en un banquete de bodas lo vieron; una mujer que fue descubierta cometiendo adulterio lo vio; un niño poseído por demonios lo vio; un hombre que nació ciego lo vio; un ladrón bueno lo vio.

Si tantas otras personas pudieron reconocer la gloria de Jesús en una palabra, una mirada, un contacto, ¿por qué Pedro, Santiago y Juan tuvieron que hacer un esfuerzo adicional para poder verla? Quizás porque eran tan cercanos a Jesús; quizás porque estaban con él todos los días; quizás porque, de cierto modo, ellos la habían dado por hecho.

Y nosotros, ¿reconocemos la existencia de esa misma gloria divina en nosotros, en los demás, en la creación, e incluso en las experiencias diarias más simples y mundanas de justicia, verdad, sanación, perdón, reconciliación y compasión?

¿O la damos por hecho?

San Francisco de Sales veía la Transfiguración como un “atisbo del cielo”. Podemos desarrollar nuestra capacidad, por medio de la calidad de nuestras vidas, para hacer que ese "atisbo del cielo" sea más visible y disponible a los ojos –y en las vidas– de otros. Que Dios nos ayude a reconocer las cosas excepcionales que ocurren todos los días en nuestras vidas... y en las vidas de los demás.

DOMINGO 17 EN TIEMPO ORDINARIO (Julio 30, 2017)

Enfasis Sugerido

“Dale a tu siervo un corazón comprensivo…”

Perspectiva Salesiana

De todas las cosas que Salomón hubiera podido pedir a Dios, lo único que pidió fue “un corazón comprensivo” para poder distinguir el bien del mal. Se nos ha dicho que Dios verdaderamente estaba complacido con esa petición tan sabia e intuitiva. Dios le otorga a Salomón lo que ha pidió; un regalo que serviría a Salomón tanto que lo convirtió en el más sabio de todos los reyes de Israel.

“Un corazón comprensivo” esta parece ser una de las más distinguidas características presentes en todos los santos de Dios. Santos y santas de toda edad y cultura muchas veces demuestran (entre otras cosas) una gran habilidad para poder entender las cosas que verdaderamente importantes en la vida.

San Francisco de Sales no fue la excepción a esta tendencia. En una carta a santa Juana de Chantal Francisco escribió: “Ojala yo pueda recibir y utilizar el regalo de la comprensión como debo hacerlo, para así poder obtener un entendimiento mas claro y profundo de los santos misterios de nuestra fe! Por que esta inteligencia tiene el poder maravilloso de hacer que nuestra voluntad se entregue al servicio de Dios; nuestro entendimiento esta comprometido con Dios, sumergido en él, y así lo reconoce de una forma maravillosa y perfectamente buena. A medida que la mente deja de pensar en todo lo demás en comparación con la bondad de Dios, también la voluntad deja de desear o de amar cualquier otra bondad al compararla con la bondad de Dios; aun si nuestros ojos miraran directa y profundamente hacia el sol ya no podrían ver ninguna otra luz. Pero como nosotros solo podemos demostrar nuestro amor en este mundo cuando hacemos el bien (por que nuestro amor debe actuar de alguna forma), necesitamos consejo para poder poner en practica ese amor que vive dentro de nosotros, por que es un amor celestial el que nos urge a hacer el bien. El Espíritu Santo nos da el regalo de la comprensión para que podamos aprender a hacer el bien, para que sepamos escoger la clase de bien que vamos a hacer, y para que sepamos de que forma plasmar nuestro amor en nuestras acciones”. ( Cartas Selectas, pp. 281 - 282)

Desde un punto de vista práctico, el regalo de la sabiduría (la habilidad de discernir la mejor forma de lograr el bien) tiene un rol fundamental en la selección y la práctica de la virtud. Francisco de Sales escribió: “La caridad nunca entra en un corazón sin antes alojarse a si misma y a todas esas otras virtudes de las cuales hace uso y a las cuales disciplina como un capitán lo hace con sus soldados. No las pone a trabajar todas al mismo tiempo, no todo el tiempo ni tampoco en todas partes… la gran falla de muchas personas que deciden emplear una virtud en particular es el hecho de que ellos piensan que tienen que practicarla en toda ocasión y situación. A la hora de practicar las virtudes nosotros debemos hacer uso de las que mejor encajen con las circunstancias con las cuales estamos lidiando, en vez de usar las que mas nos acomodan o aquellas por las cuales sentimos mas afinidad…entre las virtudes que practicamos deberíamos preferir aquellas que son mas excelentes, en vez de las que son mas obvias.” ( Introducción a la Vida Devota, Parte III)

Un corazón que entiende sabe lo que significa ser verdaderamente divino; un corazón lleno de entendimiento sabe lo que significa ser verdaderamente humano. Un corazón lleno de entendimiento sabe como hacer lo que es recto y correcto; sabe que tipo de bien o de buena acción debe llevar a cabo en una situación particular; sabe como expresar amor a través de acciones.

Este tipo de comprensión es un regalo que nos llega directamente desde nuestro hogar en el cielo. Este entendimiento es realmente un tesoro para nuestros hogares aquí en la tierra.

Por qué habríamos de desear algo más?

DOMINGO 16 EN TIEMPO ORDINARIO (Julio 23, 2017)

Enfasis Sugerido

“Todos aquellos que son justos deben también ser amables.”

Perspectiva Salesiana

El Libro de la Sabiduría no deja espacio para la ambigüedad cuando se refiere a las características de la justicia divina: el cuidado, la clemencia, la indulgencia, el resentimiento y la amabilidad. Estas características en vez de insinuar que Dios pueda ser “débil” describen más bien la naturaleza de la verdadera fuerza, la verdadera autoridad y el verdadero poder.

Esta es la gran paradoja del amor divino: aún cuando el pecado y el mal pueden provocar el castigo divino, es mucho más probable que ultimadamente reciban la misericordia, la indulgencia y la bondad divina. Francisco de Sales observó: “El pecado de Adán verdaderamente estaba muy lejos de llegar a abrumar la bondad de Dios. Por el contrario, despertó y motivo aún más la bondad de Dios. Como si tratando de realinear sus tropas en rumbo a la victoria, la bondad de Dios hace que la gracia abunde de sobremanera en donde antes abundó la inigualdad…....Verdaderamente, la providencia de Dios nos ha dejado muchas grandes marcas que reflejan la severidad divina, aun incluso en los momentos mismos en que Dios irradia su misericordia sobre nosotros; ejemplos de estas marcas incluyen: el hecho de que debemos morir, las enfermedades, los trabajos, la rebelión sensual…...pero el favor de Dios flota por encima de todas estas cosas y se regocija al convertir todas estas miserias en beneficios para todos aquellos que lo aman.” ( Tratado del Amor de Dios, Libro II, Capítulo 5)

En ningún otro lugar o situación podemos ver reflejado el ejercicio del poder y la justicia de Dios tan claramente, con tanta bondad y con tanta clemencia que en la vida y el legado de Jesucristo. San Francisco de Sales escribió: “en una palabra, nuestro Salvador divino nunca se olvida de demostrar que ‘su misericordia esta por encima de todas sus obras’. Que su misericordia sobrepasa su justicia, que ‘su redención es abundante’, que su amor es infinito y que, como los Apóstoles dicen “él es rico en compasión’ y por consiguiente él ‘desea que todos sean salvados’ y que ni uno solo perezca”. (Tratado, Libro II, Capítulo 8)

Sobre la practica de la virtud, Francisco de Sales escribió lo siguiente: “Algunas virtudes tienen un uso casi general y no deben producir solo sus propios resultados sino que también deben extenderse a todas las otras virtudes. No siempre se presentaran ocasiones en las que podemos hacer uso de la fortaleza, la magnanimidad, o de una gran generosidad, pero la gentileza, la templanza, la integridad y la humildad son virtudes que deben enmarcar todas las acciones que llevemos a cabo en el transcurso de nuestras vidas.”

La práctica de la virtud es el hecho de compartir y repartir el poder y la promesa de Dios. Cómo debemos responder a este poder divino- poder expresado en paciencia, en indulgencia, en clemencia y en bondad?

Primero, debemos arrepentirnos. Debemos reconocer nuestra necesidad de ser salvados, redimidos y reconciliados a través de la justicia de Dios. Ese poder no solo nos ayuda a alejarnos de la inigualdad sino que también nos permite hacer lo que es recto y correcto.

Segundo, debemos hacer uso del poder divino en el cual compartimos (como resultado de la naturaleza de nuestra creación y redención) perdonándonos los unos a los otros: practicando y extendiendo el cuidado y la comprensión, la clemencia, la indulgencia y la bondad a nuestros hermanos y hermanas, especialmente cuando ellos, ya sea con intención o sin pensarlo, nos hieren o nos hacen daño

La mejor forma de servir a la justicia divina es a través de la bondad. Qué tan listos estamos para recibir – y compartir – un regalo tan poderoso y redentor como este?

DOMINGO 15 EN TIEMPO ORDINARIO (Julio 16, 2017)

Enfasis Sugerido

“La semilla que cae en buena tierra dará una cosecha abundante.”

Perspectiva Salesiana

Algunas veces las cosas buenas toman demasiado tiempo... y requieren mucha paciencia.

Esto es cierto hasta de las mejores cosas, las semillas del amor de Dios.

Cada uno de nosotros es “la buena tierra” sobre la cual y en la cual Dios planta la semilla de la vida y del amor divino. Nosotros hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, y nuestra vocación común (la cual es única para cada uno de nosotros de acuerdo con el plan de Dios) es permitir que estas semillas de la vida divina echen raíces en nuestras mentes y en nuestros corazones y produzcan en nosotros una bondad tan abundante que se extienda y sea transmitida a las vidas de nuestros hermanos y hermanas… para que así todos podamos dar gloria y honor a Dios.

Aun así como está ilustrado claramente en la parábola del Evangelio de Mateo, no todas las semillas del amor de Dios van a crecer bien dentro de nosotros. Algunas de estas semillas van a ver su crecimiento estancado a causa de nuestros temores y ansiedades. Algunas otras van a ser aplastadas por nuestras preocupaciones o por ciertas atracciones. Algunas otras simplemente se van a marchitar a causa de nuestra falta de atención y de cuidados. Aun así, y a pesar de estos y tantos otros obstáculos que pueden llegar a presentarse, muchas de las semillas del amor de Dios si logran echar raíces, crecer y producir una cosecha de amor, de justicia, de paz, de verdad de reconciliación y de libertad.

Pero este crecimiento lleva tiempo y también requiere de una serie de periodos de prueba, de cometer errores y de volver a intentarlo. Es importante que nosotros recordemos esto para que no desfallezcamos y para que simplemente dejemos que las semillas del amor de Dios obren libremente en nosotros. La práctica de la paciencia no es solo importante para promover el crecimiento espiritual en nosotros mismos, sino que también para promoverlo en las vidas de los demás. En una carta a cierta Madame Brulart, Francisco de Sales escribió: “En cuanto al su deseo de ver a sus seres queridos progresar en el servicio a Dios y su anhelo por llegar a obtener la perfección Cristiana, quiero decirle que alabo tremendamente ese deseo...Pero a decir verdad, siempre temo que en estos deseos se halle presente un rastro de auto-amor y de auto-voluntad; por ejemplo, nosotros podemos llegar a hallar tanto gusto en estos deseos que quizás no hagamos suficiente campo para las cosas que verdaderamente importan: la humildad, la resignación, la gentileza de corazón y otras cosas por el estilo. O puede también llegar a suceder que la intensidad de estos deseos nos ocasionen tanta ansiedad o de forma tan afanosa que a la final no podemos someternos a la voluntad de Dios tan perfectamente como deberíamos hacerlo.” (Cartas de Dirección Espiritual, página 110.)

Es claro que aun cuando debemos responsabilizarnos de nuestro crecimiento en la devoción – ósea, que debemos nutrir las semillas del amor de Dios en nosotros y animar a los demás para que hagan lo mismo- debemos hacerlo con paciencia y con la mente abierta a la voluntad de Dios para con nosotros, para que así nuestros esfuerzos no terminen siendo solo un ejercicio de nuestro amor propio, de nuestra auto desilusión y de nuestro ensimismamiento.

Francisco de Sales nos ofrece este consejo: “Luchen por sus objetivos de forma gentil y apacible… a través de sus palabras y de sus acciones deben sembrar semillas que animen a los demás… De esta forma harán mucho más bien que haciendo otras cosas, especialmente si ruegan para que así sea...” ( Ibid)

Las semillas del amor de Dios que caen en buena tierra – en nosotros, en los demás – a largo plazo van a dar una cosecha fructífera. A corto plazo es nuestro deber nutrirlas poco a poco, con paciencia y con cuidado (especialmente cuando nos enfrentemos al fracaso y a la frustración) y en formas que glorifiquen a Dios en el cielo… y que ayuden a producir una cosecha de justicia y paz aquí en la tierra.

DOMINGO 14 EN TIEMPO ORDINARIO (Julio 9, 2017)

Enfasis Sugerido

“Vengan a mi todos ustedes que estén cansados y que sienten que la vida es agobiante, que yo los avivaré. Tomen mi yugo sobre sus hombros y aprendan de mí, por que yo soy gentil y humilde de corazón. Sus almas encontrarán el descanso, por que mi yugo es fácil y mi carga liviana.”

Perspectiva Salesiana

Ser humilde y gentil es tratar de personificar las palabras de Jesús encontradas en el Evangelio de San Mateo: “Vengan a mi todos ustedes que estén cansados y que siente que la vida es agobiante, y yo los avivare. Aprendan de mi, por que yo soy gentil y humilde de corazón.”

La humildad puede ser descrita como 'vivir en la verdad'. La verdad es que nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. La verdad es que nosotros somos buenos. La verdad es que nosotros no siempre nos comportamos a la altura de esa bondad. La verdad es que necesitamos el perdón y la gracia de Dios para hacer esa bondad una realidad. La verdad es que necesitamos el apoyo y el ánimo que nos dan los demás.

La gentileza puede ser descrita como la práctica de la proporcionalidad. Se trata de mantener las cosas en perspectiva. Se trata de saber cuando debemos mantenernos firmes. Se trata de saber cuando debemos ser más laxos y ceder un poco. Pero por sobre todo, ya sea en los buenos momentos o en los malos o en todos los momentos intermedios, la gentileza se trata de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás con profundo respeto y reverencia, una gracia que tenga origen en el reconocimiento de que cada uno de nosotros -que todos nosotros- somos hijos e hijas del Dios viviente.

La práctica diaria de estas dos virtudes contribuye a la formación de una clase particular de corazón en aquellos que siguen a Jesús: un corazón que anhela y que lucha por la justicia. “Sean justos y equitativos en todas sus acciones,” escribió San Francisco de Sales en la Tercera Parte, Capítulo 36 de la Introducción a la Vida Devota. “Pónganse siempre en el lugar de su vecino y pongan a su vecino en el suyo propio, esa será la forma en que aprenderán a juzgar correctamente.”

Y continuó: “imaginen que ustedes son los vendedores cuando estén comprando cosas, imaginen que son los compradores cuando estén vendiendo; De esta forma podrán vender y comprar de acuerdo con lo que es justo.”

Esto no siempre es fácil de hacer. Frecuentemente hemos sido tentados a relacionarnos con los demás de formas que no son ni justas ni razonables. Hemos sido tentados a promover solo nuestras preocupaciones, a preguntar primero “Qué gano yo con todo esto?” o a concentrarnos siempre en el beneficio del “#1.”

En momentos como estos “tenemos dos corazones. Uno es apacible, favorable y cortés hacia nosotros mismos, el otro es duro, severo y riguroso hacia los demás.” En momentos como este tenemos “dos balanzas: una para pesar las conveniencias, las cosas que van a producirnos grandes ventajas, la otra para pesar esas cosas que le convienen a nuestros vecinos y que casi siempre resultan en una gran desventaja para ellos.”

San Francisco de Sales nos reta: “No dejen de examinar frecuentemente si su corazón es con sus vecinos de la misma forma en que ustedes desearían que sus vecinos fueran con ustedes en caso de que se hallaran los unos en lugar de los otros”.

Es una cosa tan ordinaria. Una cosa tan cotidiana. En la tradición Salesiana, una cosa tan poderosa y a la vez tan avivante. A la final, dice San Francisco de Sales, nosotros “no perdemos nada si vivimos de forma generosa, noble, cortés, y con un corazón real, justo y razonable”.

No solo no perdemos nada, sino que Jesús nos promete que al vivir humildemente y gentilmente podemos encontrar algo que siempre hemos anhelado.... el descanso de nuestras almas: no más tarde en el cielo, sino aquí mismo, ahora mismo, en la tierra.

Decimotercer Domingo del Tiempo Ordinario (2 de julio de 2017)

En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice cómo debemos amarlo si vamos a ser Sus discípulos. San Francisco de Sales observa lo siguiente:

La voluntad de Dios era que Adán amara a Eva con ternura, pero no a tal grado que el complacerla transgrediera la orden que Dios le dio. El amor de nuestra familia, amigos y benefactores es lo que desea Dios. Aun así, podemos llegar a amarlos en exceso. Este también puede ser el caso con nuestra vocación, no importa cuán espiritual, e incluso con nuestras devociones cuando las amamos como si fueran nuestra finalidad. Debemos recordar que estos solo son medios para alcanzar nuestro propósito definitivo: el amor de Dios.

¿Por qué surge nuestro amor excesivo por las personas y las cosas? Porque esas cosas que debiéramos amar conforme a la voluntad de Dios, las amamos por otras causas y motivos. Puede que esos motivos no sean contrarios a Dios pero están al margen de Él. Es decir, se centran más en nuestros deseos que en aquello que Dios desea para nosotros.

Aun así, hay almas que aman solo aquello que Dios desea y de la manera en que Dios lo desea para ellos. Bienaventuradas son realmente dichas almas porque aman verdaderamente a Dios, a sus amigos en Dios, e incluso aman a sus enemigos por Dios. Es a Dios a quien ellos aman por sobre todas las cosas, e incluso en todas las cosas. Estas almas son excepcionales y singulares. Son como pescadores de perlas que no dicen que están pescando ostras sino perlas. Estas grandes almas encuentran la perla que es la amorosa presencia de Dios en todas las personas y todas las cosas, y esa es la razón de su dicha.

En el Evangelio de hoy, Jesús nos urge a amar del modo que Dios quiere que amemos. Para desear lo que Dios desea para nosotros, debemos despojarnos de todo aquello en nuestros deseos y afectos que no procede de Dios. Entonces seremos libres de amar a todas las personas y cosas en Cristo y para Cristo. Es la presencia del amor divino de Cristo en nosotros lo que nos permite convertirnos en sus discípulos.

Décimo segundo Domingo en el Tiempo Ordinario (Junio 25, 2017)

Énfasis sugerido

“No teman a aquellos que pueden privar al cuerpo de vida pero que no pueden destruir el alma".

Perspectiva Salesiana

“Miedo, pavor, susto, alarma, pánico, terror, turbación, significan una agitación ante o cuando se anticipa un peligro. El miedo es el término más general e implica ansiedad y comúnmente la pérdida del coraje; el pavor se refiere a una fuerte renuencia a enfrentar o a encontrarse con personas o situaciones y sugiere aversión además de ansiedad; susto es un miedo súbito y alarmante; la alarma sugiere una mayor y repentina conciencia del peligro inmediato; el pánico se refiere a un miedo irracional y abrumador que genera histeria; el terror es el nivel más extremo del miedo; la turbación le añade al temor las implicaciones de la timidez, el estremecimiento y la vacilación”. (Diccionario Webster)

Al igual que muchas otras emociones, el miedo –y los sentimientos relacionados al mismo– hacen parte de la vida. ¿Quién de nosotros nunca se ha sentido asustado, alarmado o ansioso? ¿Quién de nosotros tiene el control total de las cosas, personas o situaciones que pueden generarnos temor?

Aunque puede que no sea posible evitar el miedo, sí podemos elegir cómo vamos a lidiar con él. Francisco de Sales observaba que: “San Pedro, se llenó de miedo al ver la fuerte tormenta. Tan pronto sintió temor, empezó a hundirse y ahogarse y entonces gritó: '¡Señor sálvame!', y Nuestro Señor lo tomó de la mano y le dijo: 'Oh, hombre de poca fe, ¿por qué dudas?'. Miren a este apóstol: él camina sobre el agua y ni las olas ni los vientos pueden hacer que se hunda. Sin embargo, su temor al viento y a las olas harán que perezca a menos que su Creador lo salve. El miedo es peor que el mal en sí. Oh hombres de poca fe, ¿a qué le temen? No, no tenga miedo; están caminando sobre el mar, rodeados por el viento y el agua, pero están con Jesús: ¿qué hay que temer? Si el terror los atrapa, digan en voz alta: ¡Señor sálvame! Él extenderá su mano hacia ustedes; sujétenla con fuerza y continúen con dicha por su camino”. (Stopp, Cartas selectas, página 125)

El secreto para lidiar con el miedo es la paciencia, tener control de nosotros mismos, ósea, ser centrados y reflexivos. Francisco de Sales escribió: "Con paciencia ganarán sus almas. Nuestra gran felicidad es ser dueños de nuestras propias almas, y entre más perfecta nuestra paciencia poseeremos nuestras almas más completamente" (Introducción, Parte III, Capítulo 3). Independientemente de la intensidad del miedo que podamos llegar a experimentar, no debemos permitir que esto nos abrume o nos derrote hasta el punto en que no tenemos control de nuestras almas.

“En resumen, no es necesario filosofar sobre sus problemas, no peleen con ellos, sólo avancen, así de simple. Dios jamás permitiría que se pierdan si ustedes viven conforme a su resolución de no perderlo a él. Así el mundo entero quedara patas arriba y todo a nuestro alrededor fuera oscuridad, humo y estrépito, Dios seguirá con nosotros" (Stopp, Cartas selectas , página 125).

El miedo es parte de la vida. Es un sentimiento poderoso e inquietante que puede tener un profundo efecto en nosotros. Sin embargo, no importa cuán formidable o frecuente, el miedo no puede prevalecer… a menos que, por supuesto, le permitamos que nos paralice.

CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (Junio 18, 2017)

Enfasis Sugerido

“Hagan esto en mi memoria”.

Perspectiva Salesiana

La Eucaristía – una palabra que literalmente significa dar gracias – es la celebración central de la comunidad Cristiana. Habla cantidades de quien es Dios en nuestras vidas. Habla cantidades de quienes somos y quienes hemos sido llamados a ser en las vidas de los demás.

La Eucaristía es el Corazón de nuestra fe.

La Eucaristía celebra la verdad de que Dios nos ama tanto que envió a Jesús para que fuera nuestro redentor. La Eucaristía celebra la verdad de que Dios nos ama tanto que permitió que el cuerpo de Jesús fuera maltratado y que la sangre de Jesús fuera derramada por nosotros. La Eucaristía celebra la verdad de que Dios nos ama tanto que el Espíritu elevo a Jesús de entre los muertos para que nosotros pudiéramos compartir el poder y la promesa de la vida eterna.

La Oración Eucarística para los Niños III lo dice de la siguiente manera: Jesús “nos trajo las buenas nuevas de la vida que espera por nosotros en el cielo. El nos mostró el camino hacia esa vida acá en la tierra; el camino del amor… El ahora nos reúne en una mesa y nos pide que hagamos lo que él hizo.” La Oración Eucarística para la Reconciliación II nos dice que Jesús “nos ha confiado esta promesa de su amor”.

La Eucaristía celebra la verdad de que hemos sido llamados a hacer mucho más que simplemente recibir el cuerpo y la sangre de Cristo: La Eucaristía celebra la verdad de que cada uno de nosotros somos –que debemos ser- el cuerpo y la sangre de Cristo para los demás. La Eucaristía celebra la verdad de que estamos llamados a permitir ser maltratados y derramados por los demás, a que vivamos nuestras vidas luchando por la justicia, la paz, la reconciliación, la sanación, la libertad, la vida y el amor.

Estamos llamados a proclamar la muerte del Señor en nuestra voluntad para ser el pan y el vino para los demás. Estamos llamados a proclamar la muerte del Señor –el poder del Señor- en nuestra voluntad para poner nuestras vidas, nuestros talentos y nuestros esfuerzos al servicio y la continuación de la redención, de la obra de salvación que Jesús inició.

Nosotros demostramos nuestra dignidad Eucarística y nuestro destino Eucarístico cuando acogemos el mandato de Jesús a que “hagamos esto en su memoria”: no solo al celebrar la Eucaristía en el primer día de la semana, sino siendo la Eucaristía para los demás cada día de la semana, alimentando, nutriendo y perdonándonos los unos a los otros.

La Eucaristía no es simplemente algo que recibimos. La Eucaristía es algo en lo que nos debemos convertir. La Eucaristía es algo que debe ser compartido con los demás. La Eucaristía, en resumen, es un estilo de vida.

A cada nivel.

Seamos la Eucaristía los unos para los otros. Alimentemos, nutramos y perdonemos... en su memoria... en hermandad con los demás.